España, como consecuencia del problema derivado de la caída de la natalidad, se acerca, como señalaba en una obra reciente el profesor Macarrón, a un desierto poblacional. La esperanza de vida aumenta, pero no es ilimitada, y el resultado acaba siendo una pirámide invertida, esto es, mucho más amplia en las edades sénior, de ancianos.
La crisis de la agricultura tradicional, que se hizo bien palpable, como consecuencia de la industrialización, en la década de los sesenta del siglo XX –sobre esto, el profesor Juan Vázquez ha aportado consideraciones oportunísimas–, generó una emigración hacia las zonas urbano-industriales. García Sanz comenzó a observar un triple fenómeno de sostenimiento de la población campesina. Por un lado estaban los jubilados que efectivamente habían emigrado a las regiones urbano-industriales pero que habían dejado alguna pertenencia en propiedad en las rurales de origen. El profesor Camiller se encontró con que uno de los motivos de la alta cotización de la tierra en España se debía a este apego del campesino a ella, y a su deseo de no perder del todo su propiedad. Manuel de Torres, en la Teoría de la política social, señala cómo el arrendamiento aumenta la capitalización y que la aparcería es una especie de seguro ante los riesgos del mundo campesino.
Al mantener estos lazos, el poder adquisitivo de sus pensiones en las zonas rurales es mayor que en la ciudad. Kuznets sobre esto ha aportado cosas definitivas (véanse las páginas 1531-1532 del excelente artículo de Vibha Kapuria-Foreman y Mark Perlman "An economic historian’s economist: remembering Simon Kuznets", en The Economic Journal, noviembre de 1995). Al frenarse la desertización demográfica, surge complementariamente "población activa dedicada a los servicios que los atienden, porque se necesita desde un albañil a un tabernero". Por otro lado, en el ámbito europeo ha surgido la Política Agrícola Común. La garantía de rentas frena el abandono de la producción agraria de muchos productos.
Por otro lado tenemos la crisis económica y su impacto en el desempleo de los jóvenes. En el artículo "Volver a empezar" (Agricultura, junio 2013) se señala cómo el año 2012, desde el punto de vista demográfico, ha sido excepcional.
El número de solicitudes de incorporación de jóvenes (con vocación para labores campesinas) se disparó un 79%. Más de 6.000 menores de 40 años solicitaron la ayuda de primera instalación. Un incentivo cofinanciado por el Estado y las Comunidades Autónomas, que hasta ahora habían permitido en nuestro país subvenciones para más de 3.000 altas como titulares al año. Un ritmo, sin embargo, insuficiente para el elevado envejecimiento que arrastra el sector: hay diez agricultores mayores de 55 años por cada menor de 35 (…) "Las ayudas a la incorporación de jóvenes agricultores son ayudas tradicionales de desarrollo rural y, por tanto, muy conocidas por los agricultores. En un momento como el actual facilitan la consecución de un puesto de trabajo empresarial", argumenta la secretaria general de Agricultura del Ministerio, Isabel García Tejerina (…) En cualquier caso, los datos recabados por la organización COAG reflejan una reacción del colectivo juvenil casi en bloque con subidas espectaculares en el número de expedientes presentados (…): del 317% en el caso de Asturias, del 182% en el caso de Murcia o del 121% de Castilla y León.
Únase todo esto a las profecías sobre el encarecimiento de las producciones rurales y con las de la caída de la natalidad y comenzaremos a adivinar una España muy dispar de la que inició el siglo XXI.