Borrell tiró por lo folclórico y a Montoro le ha dado por lo deportivo, con un amago de entrada en plancha a la estrella del F. C. Barcelona de cuando los defesas centrales comían carne cruda, en lugar del yogurt desnatado con lactobacillus que se toman ahora antes de cada partido. Cuando Borrell se empeñó en entrullar a la Faraona el asunto se podía solucionar poniendo cada español una peseta, cosa razonable porque toda España era partidaria de Lola Flores. El multazo con que Hacienda amenaza a Messi, en cambio, le sale a más de cuarenta euros a cada socio del Barça, porque no parece probable que los aficionados del Madrid vayan a realizar grandes aportaciones para salvar de este apuro a la estrella rival.
Cristobal Montoro, que ya apuntó semanas atrás cierta propensión a empitonar a nuestros deportistas más señalados con frases nada crípticas, ha puesto a Messi en el punto de mira del fisco para general escarmiento, toda una campaña de concienciación que servirá para estimular nuestro celo contribuyente, y además gratis. Porque salvo la infanta Cristina, que jamás ha cometido el más mínimo desliz administrativo, y por eso no hace falta que se le investigue, todos hemos tenido alguna vez la tentación de distraer algún pequeño ingreso al escrutinio fiscal. Yo jamás he sucumbido, ya se lo adelanto Sr. Ministro, pero no estoy tan seguro acerca de los que están leyendo este artículo, aunque haya sido por escasa cuantía.
Y como el celo justiciero se exacerba en momentos de penuria, hasta los tertulianos del Barça (que los hay, si lo sabré yo) piden un castigo ejemplar para un tío que ha pagado en un solo año diez veces más impuestos que todos ellos juntos van a liquidar en su vida. No es disculpa, claro, que ya explicó el Rey que aquí la ley es igual para todos y tal, pero un poquito de respeto a las estrellas multimillonarias que cotizan en España no estaría de más, no sea que decidan hacer las maletas en busca de otros destinos más amables. Esto de que el Gobierno lance a la Agencia Tributaria y la Fiscalía contra los que más contribuyen y los amenace con meterlos en la cárcel resulta estimulante, qué duda cabe, pero sus efectos a medio plazo pueden ser un desastre para el cómputo recaudatorio. Con la de mecanismos que existen para que los ricos distraigan hasta el último euro, lo raro es que gente como Ronaldo o Messi tenga el detalle de pagar algunos impuestos aquí.