El Gobierno de Mariano Rajoy ha anunciado una reforma "integral" del sistema fiscal, cuya esencia se traducirá en una nueva subida de impuestos, solo que esta vez maquillada mediante la eliminación de deducciones y el anuncio de ciertas rebajas tributarias. Sin embargo, lo cierto es que todo apunta a un nuevo rejonazo fiscal al muy sufrido contribuyente español. La estrategia de Génova, pensando ya en las Elecciones Europeas de 2014 y en las Generales de 2015, consiste en elevar aún más la presión fiscal a corto plazo para, posteriormente, vender a la opinión pública una rebaja de tipos en el IRPF con el único fin de ganar votos.
Por un lado, Rajoy tiene en mente retrotraer el IRPF a los tipos vigentes en 2011, justo antes de que decretara la mayor subida fiscal de la historia de España. Bienvenida sea dicha reducción. El único problema es que el Gobierno lo anunciará como una gran rebaja fiscal cuando, en realidad, no es tal, ya que tan sólo anulará la salvaje subida aprobada por el PP nada más llegar al poder. Es decir, en caso de que Hacienda baje finalmente el IRPF de aquí a 2015, cosa que aún está por ver, la renta de los españoles tributará para entonces al mismo nivel que cuando gobernaba Zapatero en 2011, es decir, a tipos aún muy elevados. Así pues, en lo relativo a IRPF, ninguna rebaja real.
Además, hay que tener en cuenta que Bruselas ha solicitado la eliminación de ciertas deducciones fiscales, como las aportaciones a planes de pensiones o la amortización de hipoteca por compra de vivienda habitual, que, en caso de llevarse a cabo, se traducirá en una elevación sustancial de la tributación sobre la renta.
A ello se suma el hecho de que el Ejecutivo ya está estudiando la posibilidad de subir una vez más varios tributos. En primer lugar, se da por hecho que aumentará los Impuestos Especiales sobre el tabaco y el alcohol este mismo verano. Además, de aquí a mayo de 2014, subirá el IVA. En este caso, no tocará los tipos (21% general, 10% reducido y 4% hiperreducido), pero sí los productos de cada categoría, lo cual se traducirá, sí o sí, en una nueva alza fiscal, por mucho que se empeñe el Gobierno en ocultar esta realidad. Por último, Hacienda también baraja eliminar ciertas deducciones en el Impuesto de Sociedades, aumentar las cotizaciones que pagan los autónomos y elevar la fiscalidad medioambiental.
De llevarse a cabo este plan, la reforma fiscal del Gobierno supondrá un nuevo golpe a familias y empresas. Los modelos tributarios más eficaces se caracterizan por aplicar unos impuestos directos bajos y unos indirectos algo más altos, pero, sobre todo, por su simplicidad y transparencia. En España sucede todo lo contrario: sufrimos un modelo tributario caótico, complejo, ineficiente y muy dañino para la generación de riqueza y empleo. Su reforma es imprescindible, pero si ésta consiste en simplificar la fiscalidad eliminando deducciones al tiempo que se mantienen unos tipos muy elevados, el bolsillo del contribuyente se vaciará aún más.
Es cierto que Bruselas exige ciertas subidas tributarias para reducir el déficit. Sin embargo, a la troika en realidad poco le importa como se lleve a cabo el necesario ajuste presupuestario. En su día, también exigió a Irlanda elevar su Impuesto de Sociedades, uno de los más bajos de la toda la UE, y Dublín lo impidió ofreciendo a cambio fuertes recortes de gasto público. Así pues, la excusa de que se trata de una orden de Europa es, simplemente, falaz.
El problema de fondo es que el Gobierno insiste, erróneamente, en que la causa del es el desplome de la recaudación fiscal y no en el mantenimiento de un sector público claramente sobredimensionado, Mientras Moncloa no cambie el diagnóstico, no logrará solventar el brutal desequilibrio de las cuentas públicas y, por ende, las dudas de solvencia que aún sobrevuelan sobre el Estado español.