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Mario Noya

Estados Unidos y el capitalismo salvaje

El topicazo de que EEUU es el ogro neoliberal estatófobo por antonomasia no resiste el menor análisis.

El topicazo de que EEUU es el ogro neoliberal estatófobo por antonomasia no resiste el menor análisis.

The Land of the Free se ha convertido en a nation of takers, denuncia, documenta Nicholas Eberstadt en este librito que se titula precisamente así y que deja por los suelos el topicazo de que Estados Unidos es el ogro neoliberal estatófobo por antonomasia, que se come sin pelar a los niños, los viejos y demás gente de mal vivir productivo.

The Land of the Free, se espanta Eberstadt, ya no es the home of the braves sino, lo dicho, a nation of takers, el paraíso de los sobrecogedores, de los que saben cómo sacar la leche a las tetazas del Estado, que no suelen ser los que más lo necesitan sino los más vivos y los amigachos de los vaqueros, o sea de los politicorros de turno y de los miembros de la sacrosanta casta funcionarial. Esto no es, esto no es, viene a decir Eberstadt, sin dejar de pensar en los Founding Fathers… ¡y hasta puede que en la madre del padre del monstruoso New Deal, FDR, una nenaza si se lo compara con algunos, bastantes de sus sucesores!

En los últimos cincuenta años, el aparato estatal americano ha experimentado una transformación radical y fundamental. En algunas cuestiones básicas –su tamaño, sus preocupaciones, incluso sus propósitos–, el Estado norteamericano de hoy sería difícilmente reconocible incluso para Franklin Delano Roosevelt, y mucho menos para Abraham Lincoln o para Thomas Jefferson.

Se ha transformado el Estado, sigue denunciando/lamentando Eberstadt, y se ha transformado la sociedad, que ya no parece empeñada en poner límites al poder y en la búsqueda privada de la felicidad sino en pedir prebendas, garantías, protecciones, derechos de esos que consisten en despojar al prójimo, que más que como semejante es visto como el gran pagano, "persona que paga, generalmente por abuso, las cuentas o las culpas ajenas". El grito libertario Leave us alone! se ha trocado en un estruendoso Go, Obama, go! ¡Adelante, colócanos a tós! (Obama... o Bush, a ver qué va a pasar con esas risitas republicanófilas. Porque, apunta Eberstadt, George W. y los también republicanos Nixon y Ford se cuentan entre los presidentes que más han cebado al Leviatán).

Vamos con los datos a quemarropa, para el que tenga prisa en aventarlos ante la alegre muchachada topitoxicómana:

  • En 2010, los subsidios y subvenciones representaron el 18% del ingreso personal del americano medio.
  • En 1960, las transferencias públicas a los individuos totalizaron 24.000 millones de dólares, unas cien veces menos que en 2010: los 2,2 billones de este último año superaron el PIB de Italia, la octava economía del mundo.
  • En los últimos veinte años, los subsidios y subvenciones han crecido dos veces más que la renta per cápita.
  • Uno de cada dos norteamericanos vive en un hogar en el que se percibe al menos un subsidio o subvención, cuando a principios de los años 80 no lo hacía ni el 30% de la población. La mayoría de los votantes vive en hogares subsidiados.
  • El 98% de los hogares con ancianos y el 45% de los hogares con menores de 18 años reciben ayudas públicas de uno u otro tipo.
  • Medicaid (atención sanitaria a gente con pocos recursos) y Medicare (atención sanitaria a ancianos y discapacitados), programas que no existían en los años 60, se comieron 900.000 millones de dólares en 2010. Por cierto, Medicare tiene obligaciones sin financiar para los próximos 75 años por valor de 27 billones de dólares, aunque algunos elevan la cifra hasta los 37 billones. Por cierto (bis), en 2012 el PIB de EEUU fue de apenas 15 billones de dólares.

De la moral del trabajo se ha pasado a la del relajo y el sablazo, insiste Eberstadt, que aporta más datos abracadabrantes:

  • En 2009, el número de familias que recibieron ayudas para aliviar la pobreza triplicó el porcentaje oficial de familias en situación de pobreza.
  • En 1960, unos 455.000 trabajadores recibieron pagos federales por incapacidad. La cifra se multiplicó por dieciocho, hasta los 8,2 millones, en 2010. En 2011 no dejó de crecer: unos 8,6 millones.
  • En 1960 había 150 trabajadores –en activo o buscando trabajo– por cada incapacitado. En 2010, 18... y bajando.
  • En 2011 había más americanos recibiendo subsidios por incapacidad que trabajando en la construcción, el transporte o el almacenaje, y casi tantos como trabajadores en el sector manufacturero. En diciembre de 2010, por cada 100 trabajadores industriales había 73 individuos cobrando del Old-Age, Survivors and Disability Insurance (Oasdi).
  • Entre 1996 y 2011 Estados Unidos generó –fuera del sector agrícola– 8,8 millones de empleos privados... y 4,1 millones de perceptores de subsidios por incapacidad.
  • En diciembre de 2011, de los 8,6 millones de beneficiarios del Oasdi, 1,5 millones (15%) padecían "alteraciones del ánimo" y otros 2,5 millones (29%), dolencias relacionadas con "el sistema musculoesquelético y el tejido conectivo [ligamentos y tendones]".

Todo esto, en un país que no ha vivido guerras en su territorio desde hace siglo y medio y que disfruta de una calidad de vida excepcional; en un país donde la esperanza de vida al nacer ha crecido 9 años entre 1960 y 2009 y donde el porcentaje de fallecimientos entre los individuos con entre 18 y 65 años ha caído del 26 al 15 en el mismo periodo.

Eberstadt, amargado, se teme que a la célebre Declaración de Independencia le sustituya la Declaración de Dependencia, que nadie habrá puesto aún negro sobre blanco pero que desde luego ya campa por sus respetos. Al final lo mismo acaban por cambiar de animal totémico y todo: ¿del águila al gorr(i)ón?

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