Sería un gran error creer que los datos de paro de mayo son tan buenos como el Gobierno pretende hacernos creer, pero sería una equivocación todavía mayor hacer la lectura de que el final de la crisis está cerca y, por tanto, ya no se necesitan tomar más medidas duras de ajuste. Nada más lejos de la realidad. Basta una sola cifra para echar por tierra el optimismo en el que se ha instalado el Gobierno: 61.701, que es el número de personas que encontraron empleo en el sector de la hostelería el pasado mes como consecuencia del inicio de la temporada turística. Pues bien, ese número equivale a la mitad del empleo creado en ese mes y a dos terceras partes de la caída del paro, a la que también ha contribuido el sector agrario. Llamo la atención sobre ambas ramas productivas porque el empleo que crean ahora es temporal y, por tanto, en cuanto pase el verano, se acabó el trabajo y todas estas personas, por desgracia, volverán a engrosar las cifras del paro. Esta es la dura realidad, y por si alguien alberga aún alguna duda, basta otra sencilla cifra, en este caso un porcentaje, el 7,5% que supone la contratación indefinida sobre el total de contratos firmados en mayo, el menor de los últimos dieciséis años. En resumidas cuentas, aún es demasiado pronto para echar las campanas al vuelo, como ha hecho el Ejecutivo.
Esto nos lleva a una segunda cuestión. El Banco de España ha pedido recientemente que se suprima el salario mínimo interprofesional (SMI) con el fin de crear empleo, una propuesta que ha suscitado el más absoluto rechazo por parte del Gobierno. Yo, sin embargo, creo que la institución tiene razón. No es que desee mal a nadie, en forma de sueldos de miseria, ni mucho menos; es que hay una realidad económica que explica la lógica de esta medida. De entrada, una de las formas de ajuste de la economía española está viniendo de la reducción de los salarios. Si estos bajan pero sigue existiendo el suelo del SMI, lo único que se va a conseguir es que aumenten los despidos, porque esa retribución, con esta nueva escala salarial, va a resultar excesiva para determinados empleos. Por la misma razón, el SMI supone una barrera a la contratación de las personas que puedan desempeñar esos mismos empleos, así como para los jóvenes sin experiencia. Por tanto, y nos guste o no, o se rompe el suelo salarial o muchas personas van a seguir innecesariamente en paro.
Por supuesto, un salario muy bajo no es la situación ideal. Ahora bien, para quien no tiene empleo es mejor trabajar por poco dinero que seguir sin hacer ni cobrar nada. Incluso un perceptor de la prestación por desempleo podría aceptar un puesto en estas condiciones y mantener el derecho a cobrar parte de la misma y así complementar su renta. En el caso de los jóvenes, además, serviría para darles esa experiencia profesional cuya falta les cierra las puertas del mercado laboral. Y no olvidemos que cada puesto de trabajo, aunque sea por un salario mínimo, genera cotizaciones a la Seguridad Social y, de una forma u otra, ingresos impositivos. Lo que propone el Banco de España, en definitiva, no es nada descabellado; es duro, pero o aceptamos que parte de la crisis se debe a la pérdida de competitividad acumulada desde que tenemos euro y ahora toca corregir los errores, o no salimos de ésta.