España debe estar muy atenta, dentro de los planteamientos derivados de la globalización, a las acciones de Bernanke desde la Reserva Federal. Todos recordamos el susto mundial, seguido de una crisis fortísima, que nos afectó con mucha fuerza, derivada, a partir de 2007-2008, de la facilidad de financiación creada por el sistema financiero norteamericano. Alan Greenspan era el motor de aquella realidad desde la Reserva Federal.
Con la subida de las cotizaciones en el mercado bursátil de Nueva York, parecía demostrarse que el actual presidente de la Reserva Federal, Bernanke, había decidido actuar de manera muy parecida. Ambos, ante sendas crisis financieras –Greenspan allá por 1987 y ahora Bernanke–, habían optado por que la oferta monetaria actuase para detener la caída coyuntural. Las medidas de 1987 fueron un éxito, pero cuando, más adelante, la Reserva Federal se movió para que los tipos de interés disminuyesen con fuerza, originó una situación que se anunció con el proceso de quiebra de Lehman Brothers, en 2008, más todo lo que siguió, tras una inicial crisis en el mercado inmobiliario, que se prolongaba en el bancario, con borrascosas consecuencias que afectaron a buena parte del mundo financiero internacional y, desde luego, a la endeudada España. Los mercados financieros liberados de trabas no habían actuado como se había enseñado en el modelo Arrow-Debreu.
Y ahora otro susto. El día 22 Bernanke declaró: "Si la coyuntura económica continúa mejorando, la Reserva Federal podría comenzar a actuar, si el sigue viento favorable en el velamen de los compras de títulos de aquí a algunos meses". En el fondo anuncia que se puede concluir la fuerte compra de activos, que en estos momentos alcanza los 85.000 millones de dólares al mes. Esta generosidad habría impulsado al alza el valor de activos con riesgo. Y otro tanto sucede con las compras de fondos públicos norteamericanos. Un fenómeno, que bien conocemos los españoles, es que los tipos de interés de las obligaciones públicas estadounidenses a diez años puede moverse de modo parecido a lo sucedido con el crac de estos títulos en 1994.
Únase todo esto a las noticias crecientemente preocupantes que llegan de la evolución de la economía china y al hundimiento durísimo experimentado por el índice Nikkei de la Bolsa de Tokio, que se propagó de modo rápido a los otros mercados del mundo. Como es natural, Madrid no se pudo escapar de esta tendencia creada por Bernanke.
No es buena noticia para impedir que en nuestros mercados financieros surjan tendencias que no facilitan nuestra salida de la depresión.