Cualquiera que eche un vistazo a los datos de déficit público hasta abril no tendrá más remedio que preguntarse para qué ha servido hasta ahora tanto sacrificio como está exigiendo el Gobierno a la ciudadanía, en forma de subidas de impuestos y recortes en los gastos fundamentales del Estado del Bienestar, esto es, en educación, sanidad, pensiones y prestaciones por desempleo. Y la respuesta, para desgracia del Ejecutivo, no es otra que para nada, porque el desequilibrio de las cuentas del Estado, lejos de reducirse, sigue yendo a más. Al Gobierno y a sus corifeos, por supuesto, les va a falta tiempo para explicarnos que todo esto no es culpa suya, sino de la nueva ola de crisis económica que recorre la Unión Europea, y que, por supuesto, no hay alternativa a su política económica, en contra de lo que otros muchos dicen. Pero, llegados a este punto, conviene recordar que las excusas son como las narices: todo el mundo tiene una.
No hay nada inevitable en lo que está sucediendo con las cuentas públicas. Por el contrario, lo que está pasando es, precisamente, fruto de la política económica equivocada que está siguiendo el Gobierno. El Ejecutivo solo está apostando por las subidas de impuestos para combatir el déficit público, mientras espera a que ocurra el milagro de que la economía deje de caer y empiece a recuperarse para evitarse el tener que tomar decisiones que no quiere tomar. El problema es que esta estrategia ya no tiene recorrido. La subida de impuestos tuvo sentido al comienzo de la legislatura para evitar la suspensión de pagos del Estado, porque Zapatero se había gastado la caja de la primera mitad de 2012 y se necesitaban con extrema urgencia unos ingresos que los mercados no iban a aportar. Pero, a partir de ahí, la estrategia se ha mostrado equivocada, porque cada incremento de la presión fiscal se traduce en caídas de la recaudación, ya que deprimen la economía. Ese es el problema fundamental con las cuentas públicas de 2013, no la situación europea, si nos atenemos a las cifras de exportaciones y de entrada de turistas.
Ahora lo que toca es ponerse de verdad a reformar el sector público, porque ya no se puede financiar nuestro modelo de Estado. Ese es el problema real, y por eso es posible otra política económica, que deje de exigir sacrificios a los ciudadanos y empiece por meter mano a las autonomías, redefiniendo sus funciones y su forma de financiación, para que pase a ser a través, exclusivamente, de sus propios impuestos. Pero Rajoy se niega hacer nada de esto, y como no quiere hacerlo, pues no hace más que dedicarse a sacar de la chistera medidas como la ley de emprendedores y después decir que con esta política se facilita la llegada de la recuperación y que ésta sea intensa. Nada más lejos de la realidad. La recuperación no llegará mientras el sector público no adelgace rápida y drásticamente para poder empezar a reducir los impuestos cuanto antes. Todo lo demás solo empeora las cosas, y ahí están los datos de déficit de abril para demostrarlo.