No hacía falta ser adivino para saber, hace ya más de un año, que muchos gobernantes regionales –no sólo el de Cataluña– iban a hacer caso omiso de las advertencias de "sanción", incluso de “intervención”, que les hizo Montoro en caso de que no cumplir los objetivos de reducción del déficit fijados para 2012: pocas horas después de que el ministro simulara aquella firmeza, que ni él ni, menos aún, Rajoy poseen, el portavoz de la Generalidad, Francesc Homs, ya dejaba patente públicamente el nulo respecto que concedía a la "armadura" de la Ley de Estabilidad Presupuestaria y a sus supuestos mecanismos de “vigilancia, sanción e intervención”.
Tampoco hace falta ser advino para pronosticar que la reciente decisión de Rajoy de no castigar sino premiar a las comunidades incumplidoras en 2012 con objetivos de reducción del déficit menos exigentes para 2013 se va a traducir en un mayor grado de incumplimiento: de hecho, escasas horas ha tardado Antonio Fernández, consejero de Hacienda de Extremadura –comunidad que sí ha cumplido en 2012–, en asegurar que, en caso de prosperar la "injusta" y “bárbara” decisión de Rajoy , "la solución será muy fácil: el incumplimiento".
Tampoco creo que sea difícil de prever que el mayor margen de déficit para el conjunto de las administraciones públicas españolas en 2013, que el irresponsable y zascandil de Rajoy ha logrado obtener de Bruselas, no se va a traducir en una inmediata rebaja fiscal, tal y como algunos ingenuamente pretenden, sino en una facilidad mayor para que el Estado pueda seguir sofocando, con más impuestos y endeudamiento, nuestras posibilidades de recuperación económica.
En este sentido, lo que me preocupa es que entre los partidarios de la rebaja fiscal haya quienes consideren que esos 18.000 millones de déficit adicional que nos concede Bruselas suponen un "colchón", un “ahorro”, cuando en realidad suponen un mayor grado de endeudamiento para los españoles.
Si no queremos incurrir en viejas falacias keynesianas, la deseable rebaja fiscal habría que basarla exclusivamente en la reducción del gasto público, no en la relajación de la reducción del déficit. A diferencia de Rajoy, yo sigo creyendo que una de las primeras obligaciones del buen gobierno es no gastar más de lo que ingresa. Pero ahora aparece que la virtud está en agotar el crédito que Bruselas nos concede.
En cualquier caso, desengañémonos. Con Rajoy al frente de este reino de taifas, olvídense de menos impuestos, menos déficit y menos endeudamiento.