¿Cómo se puede explicar que el mismo día en que la prima de riesgo de España volvía a dispararse la subasta de deuda pública del Tesoro fuera sido un éxito? Muy sencillo. Quien compra esos títulos es la banca española, en especial las cajas de ahorros, que, a falta de oportunidades de inversión en una economía en recesión, optan por colocar el dinero en el refugio seguro que representa una deuda pública admitida como garantía por el Banco Central Europeo a la hora de conceder préstamos a las entidades crediticias españolas. Ese, y no otro, es el motivo real de que las subastas de deuda estén yendo bien. No se trata, por tanto, de que los mercados confíen en la economía española y en su pronta recuperación; se trata, por el contrario, de que el mecanismo establecido por el BCE para que fluya la financiación hacia los sectores públicos de aquellos países con dificultades en los mercados está funcionando, porque los mercados, como demuestra la evolución de la prima de riesgo, están volviendo a desconfiar de la economía española, cosa que no es de extrañar.
Para empezar, este año la economía va a caer mucho más de lo que dijo el Gobierno en su momento, cuando elaboró los presupuestos para 2013, lo cual significa que no se van a cumplir nuevamente los objetivos presupuestarios. El Ejecutivo trató de dulcificar la cosa presentando un plan de reformas junto al nuevo cuadro macroeconómico, ajustado a la realidad, pero esas reformas ni eran nuevas, ni eran significativas ni afectaban a lo fundamental, que no es otra cosa que el gasto público y el déficit presupuestario, con lo cual a los mercados empieza a terminárseles la paciencia con España. Además, eso de que este año el saldo de deuda pública en circulación termine por encima del nivel del 90% empieza a inquietarles, y mucho, porque es a partir de ahí donde un país tiene muchas dificultades para seguir financiando su deuda, sobre todo con una economía en recesión o estancada, lo que incrementa de forma exponencial el riesgo de suspensión de pagos y quiebra. Lo lógico, ante semejante panorama, sería esperar que el Gobierno reaccionara y metiera mano de una vez por todas al gasto público, pero como Rajoy y Montoro se niegan a hacerlo los mercados empiezan a perder la paciencia con ellos.
A ello hay que añadir una segunda cuestión. El Gobierno se cree que el apoyo de la Unión Europea a España, ahora a través del BCE y en el futuro también a través de la unión bancaria europea, va a ser eterno y sin condiciones. Nada más lejos de la realidad. En cuanto se celebren en septiembre las elecciones alemanas vamos a ver a Berlín apretando de nuevo las clavijas, insistiendo en que la unión bancaria solo se encargará de las entidades grandes, dejando fuera a las cajas de ahorros, y pidiendo al Banco Central Europeo que empiece a subir los tipos de interés y que deje de apoyar como lo está haciendo a los países en dificultades, los cuales, si quieren ayuda de la UE, van a tener que acudir al Mecanismo Europeo de Estabilidad con todo lo que ello implica, esto es, van a tener que pasar por el aro de la intervención si no quieren quebrar. Los mercados, por tanto, están perdiendo la paciencia con España; el problema es que el Gobierno sigue sin querer darse por enterado.