Prácticamente todas las fotografías y guiños que ha buscado el primer ministros italiano, Enrico Letta, en su primera gira por las cancillerías de Europa han ido encaminadas a escenificar su adhesión a una corriente que se ha instalado en el Continente para contestar la política del rigor y la disciplina capitaneada desde Berlín.
De ahí que la presentación del nuevo premier italiano en la escena europea se haya leído como un espaldarazo al maltrecho François Hollande, con la popularidad en sus horas más bajas, que lleva varias batallas contra Berlín perdidas. Es el caso, por ejemplo, de la urgencia por poner en pie una verdadera unión bancaria, que la canciller Merkel ha ido retrasando y a la que en los últimos días Letta ha invocado con insistencia.
En su última etapa de la gira europea, y tras reunirse con los presidentes Van Rompuy y Barroso, Letta dejó claras sus dos prioridades: el paro juvenil –"la verdadera pesadilla europea", en boca del italiano- y la falta de agilidad en Europa. Sobre esta última, Letta insistió en imponer a la UE sus ritmos, acorde con la "emergencia social y económica", de forma que "responda con comprensión a la fatiga social imperante".
Así, el italiano insistió en acelerar los perezosos calendarios europeos llamando a que el Consejo Europeo de junio "dé mensajes concretos". "Pediremos sobre todo que la lucha contra el paro juvenil sea el mensaje más importante y concreto que salga del Consejo Europeo de junio", avisó.
Precisamente esa Europa de ritmos propios que criticó Letta respondió a la interpelación del italiano con una confesión, admitiendo que el famoso fondo contra el paro juvenil por el que tanto ha sacado pecho la Comisión en los últimos meses (6.000 millones de euros para el periodo 2014-2020) "no puede resolver el problema". Aun así, y pese a la evidente sintonía entre el nuevo líder italiano con Bruselas, Barroso no olvidó su habitual brindis al rigor presupuestario.
Enrico Letta se ha situado, por tanto, al menos de momento, en el frente antialemán, pero sin olvidarse al tiempo de complacer a la ortodoxia comunitaria con un canto a que los Gobiernos cumplan sus compromisos con la reducción del déficit. De hecho, el italiano empezó por prometer que su Gobierno "recuperará la credibilidad" acometiendo, "y no sólo prometiendo", las reformas necesarias.