Por enésima vez el ministro alemán de Finanzas, Schäuble, ha vuelto a predicar las maravillosas virtudes de la austeridad como terapia para lograr que España supere la recesión. Huelga decir que se trata del mismo Schäuble que predicó las maravillosas virtudes de los estímulos públicos para lograr que la Alemania del Este superase la recesión tras su absorción por la RFA. Una contradicción que carece de la menor relevancia: es sabido que los economistas suelen discrepar constantemente. E incluso pueden pasar de defender una postura a la contraria, como ahora Schäuble, sin rubor alguno. Circunstancia que no ocurre, por ejemplo, con los físicos, que siempre están de acuerdo en los fundamentos teóricos de su ciencia.
Claro que hay una diferencia entre ellos. Y es que nadie ha visto nunca que los protones funden sindicatos; que los neutrinos financien lobbies al objeto de defender sus intereses subatómicos; que los neutrones organicen think tanks; o que los electrones promuevan partidos políticos afines a su causa. Una fortuna inmensa costó el regalo de establecer la equivalencia entre los marcos del Oeste y unos papelitos del Monopoly que usaban en la Alemania comunista. Fortuna que acabaríamos pagando el resto de los europeos por una vía sibilina: la subida de los tipos de interés. El déficit del Estado alemán, que entonces era muy bueno, creó, ¡ay!, inflación al recalentar la demanda interna. Hubo, pues, que provocar una recesión económica en el resto del continente para combatir su subida de precios.
Así fue como terminamos abonando los demás el precio de la unificación alemana. Pero es que a principios de siglo volvió a ocurrir lo mismo. Exactamente lo mismo. La tan cacareada austeridad que aplicó Alemania para superar su bache en 2004 también acabamos pagándola el resto por idéntica vía: la alteración de los tipos de interés. Aunque con un movimiento inverso al anterior. Como Alemania necesitaba un estímulo urgente, se redujo al mínimo el precio del dinero en toda la UE. Prolongada bajada que nos traería consecuencias fatales. Al cabo, la burbuja inmobiliaria española fue el caramelo envenenado que dejó aquella política monetaria al exclusivo servicio de Berlín. Ya se sabe, el rigor solo es para los PIGS y otros de su ralea. Deutschland Über Alles!