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José García Domínguez

El déficit no es el problema

Es lástima que el verdadero problema de nuestra economía no proceda ni de la deuda del sector estatal ni tampoco de su déficit.

Es lástima que el verdadero problema de nuestra economía no proceda ni de la deuda del sector estatal ni tampoco de su déficit.

Es sabido, mientras el otomano preparaba el asalto a Constantinopla los teólogos de Bizancio andaban enfrascados en muy sesudas discusiones a propósito del sexo de los ángeles. E igual sucede aquí y ahora con las interminables querellas a cuenta del déficit público. No pasa un día sin que salten media docena de arbitristas prestos a sentar cátedra sobre los males que deuda y déficit públicos ocasionan a la economía. Al punto de que en la España de hoy casi hay más expertos en déficit que en fútbol. Ante semejante inflación de peritos hacendistas, es lástima que el verdadero problema de nuestra economía no proceda ni de la deuda del sector estatal ni tampoco de su déficit.

Porque ni la una ni el otro representan el escollo que bloquea el crecimiento español. Y no hace falta ir a Salamanca (ni a Chicago) para entenderlo. Ocurre que por cada euro que debe el Estado, los particulares adeudan dos y pico; o sea, más del doble. Así de simple. Y, de momento, la ciencia económica solo ha descubierto un método para resolver el problema de la deuda privada: pagarla. De ahí que la crisis esté llamada a resultar mucho más larga de lo que se presume. Y ello, además, por otra razón igual de prosaica. A saber, el dinero que empresas y particulares vienen obligados a ahorrar para cubrir sus créditos deja de gastarse comprando cosas; cosas que quedan sin vender en los escaparates mientras esos billetes vuelan rumbo al bolsillo de algún prestamista extranjero.

Cuanto más ahorren, pues, más se va a agravar la recesión en España. Lo malo es que no nos queda otra alternativa. Ninguna. En consecuencia, la única esperanza reside en que los de fuera acaben quedándose con los cachivaches que hay que amontonar en los almacenes por falta de clientes nacionales. Pero que nosotros exportáramos bastante más a la UE requeriría que alguien en la UE obrase justo al revés, esto es que redujese su superávit exterior. Y ese alguien, ¡ay!, es Alemania. Porque la otra alternativa, soñar con que Estados Unidos tolere que la Eurozona coloque muchos más productos en su mercado, es eso, soñar. Alemania, no el déficit, es el problema. El problema y la solución.

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