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"Si EEUU logra la autosuficiencia energética, Europa tendrá un problema serio"

El profesor del IESE alerta: "Nos estamos perdiendo el cambio de paradigma a nivel global que se está produciendo".

El profesor del IESE alerta: "Nos estamos perdiendo el cambio de paradigma a nivel global que se está produciendo".

Si hay un sector polémico en la economía española en estos momentos, ése es el eléctrico. Tanto las grandes empresas como las de renovables protestan por el ataque a la seguridad jurídica que supone cambiar las reglas de juego a mitad de partido. Y las familias ven impotentes cómo sube la factura casi cada mes, haciendo de España uno de los países de Europa con un coste de la luz más elevado. Además, a este cóctel se le añade la bomba de relojería de un déficit de tarifa que crece a cada minuto que pasa y de una regulación muy intervencionista que nunca ha permitido que en este sector se abriese camino un mercado libre.

Juan Luis López Cardenete es profesor extraordinario del Departamento de Dirección Estratégica del IESE. Anteriormente, fue director general de Unión Fenosa, empresa a la que se había incorporado en 1978. Desde la atalaya de su experiencia, analiza la situación de un sector convulso, sometido a numerosos cambios de regulación en los últimos meses y en el que casi todos los implicados, desde las renovables hasta las compañías tradicionales, pasando por el consumidor, están en pie de guerra. Libre Mercado habló con él hace unos días. Éstas son sus impresiones:

- En una situación como ésta, la primera pregunta que me gustaría hacerle es muy general, pero siento que es casi obligada: ¿Qué hemos hecho tan mal para llegar hasta aquí?

- Lo primero que hay que recordar es que la energía es mucho más que la electricidad y la electricidad es mucho más que la tarifa o el déficit eléctrico, aunque toda la atención mediática se haya centrado en esto. Nos estamos perdiendo el cambio de paradigma a nivel global que se está produciendo. En estos momentos, en el mundo, se está dando una revolución energética. Si ponemos el foco en el microcosmos tarifario nos vamos a perder todo lo demás.

- Le entiendo, pero en una crisis como la actual, tendemos a centrarnos en el corto plazo y la sensación en España ahora mismo es que está todo el mundo descontento.

- Claro, ¿por qué está todo el mundo descontento? Cuando hacemos la comparativa de cuál es el precio del suministro eléctrico en Europa, nos encontramos en las posiciones altas (cuando en la historia no ha sido así). En este precio hay una suma de coste del producto, coste de la función logística, costes derivados de la política energética y fiscalidad. Cuando hablamos de que en España la electricidad es más cara que en el resto de la UE es porque la suma de esos cuatro componentes es superior.

De ellos, el primero es el precio del producto que se fija en la subasta diaria (a través de OMEL). Cuando miramos ese precio nos encontramos con que estamos en la banda baja europea. Por lo tanto, el precio alto para los consumidores no se puede achacar al funcionamiento del mercado mayorista que, globalmente, funciona bastante bien, aunque haya aspectos mejorables.

En lo que respecta a la función logística, también estamos en la banda baja europea. Si lo dividimos por la energía distribuida o por el número de clientes o por los kilómetros de línea,... estamos entre las posiciones más bajas de Europa.

- Pero me está diciendo que entonces, tanto en lo que hace referencia a la distribución como a la generación, no tenemos un problema, ¿qué pasa con la fiscalidad y la política energética?

- La fiscalidad es la fiscalidad, pero España no tiene ni siquiera el IVA más alto, por lo que tampoco es el factor que encarece más la factura. Esto quiere decir que hay una serie de costes, derivados de decisiones de política económica sobre la electricidad tomadas en el pasado que son los que encarecen la factura. Los costes de distribución y transporte son de unos 6.500 millones de euros; pero las decisiones de política energética hacen que los costes de acceso suban hasta los 19.000 millones. Pero de ese dinero sólo se recaudan a través de dichas tarifas o peajes unos 14.000 millones; por lo tanto, hay 5.000 millones que todo el mundo cobra pero que nadie paga.

- Me comenta que el coste logístico es de unos 6.500 millones y que el coste final es de 19.000 millones, ¿de dónde salen esos 12.500 millones?

- Unos 9.000 millones son primas a la producción de energía de régimen especial (renovables y otras energías dignas de consideración, como la cogeneración). Los otros 3.000–4.000 millones básicamente son lo que tenemos que pagar por el déficit incurrido en los años anteriores junto con el extracoste del suministro a las islas

- Correcto. Volvamos a esos 5.000 millones que nadie paga. Eso es lo que ya llamamos déficit eléctrico.

- Desde junio del año 2009 es exclusivamente la diferencia entre las decisiones regulatorias de reconocimiento de costes a todas las empresas operadoras del sistema eléctrico y la decisión de no trasladar esos costes a la factura final.

- ¿Nos esperan diez años más de subidas de la electricidad o hay alguna manera de evitarlo?

- El consumo eléctrico ha caído de manera aguda. En 2012 ha sido del orden del que hubo en 2006. Todo estaba pensado para que creciera alrededor del 3% cada año. Por tanto, como los costes que se han de canalizar a través de la tarifa de acceso son casi fijos, cuando desaparece un 20% de la demanda, la factura se encarece. Este factor hoy justifica casi la mitad del déficit anual que hemos tenido en 2012. No caben soluciones mágicas. Es difícil que baje el precio final si no se recupera el consumo. Aunque hay conceptos que deberían pagarse vía Presupuestos Generales del Estado.

- ¿Recortar las primas es posible o sería un riesgo tocar obligaciones adquiridas?

- La seguridad jurídica es un asunto sumamente delicado, aunque es verdad en que hay momentos en los que las razones de Estado tensionan estos asuntos. La doctrina del Supremo en esta materia dice que el regulador tiene la obligación de asegurar una ‘rentabilidad razonable’. Dicho esto, los inversores han actuado de buena fe y de manera legítima, unos y otros.

- El público asiste sorprendido a una sucesión de noticias sobre déficit, primas, beneficios de las eléctricas... No tienen nada que ver, pero la sensación general es de sorpresa.

- Eso encierra cuatro o cinco errores. Primero, las cuentas de resultados se juegan en el campo del devengo, no del cobro. En segundo lugar, se está confundiendo España con el mundo, porque las empresas españolas, también las renovables, se ganan muy bien la vida en el extranjero. En tercer lugar, se confunde el prestamista con el prestatario: quien está sustituyendo al Estado porque tiene más capacidad de acceso al mercado. Y luego se está confundiendo a las cuatro-cinco grandes eléctricas con las 60.000 compañías que cobran de una tarta a la que le faltan 5.000 millones.

- Me da la sensación de que en España tiramos de la cuerda desde todas las direcciones: por un lado subvencionamos el carbón, por otro las renovables, a las nucleares se les ayudó en su momento,... ¿tenemos claro hacia donde ir?

- Tenemos excelentes empresas energéticas, grandes y pequeñas, en la vanguardia tecnológica, que se ganan la vida muy bien en el mundo y que han seguido los incentivos ofrecidos desde la política. El problema es que el coste de esas decisiones políticas es insoportablemente alto. El que tomaba las decisiones por el lado del coste no era coherente por el lado de la factura eléctrica. El déficit eléctrico es una invención insólita en el mundo.

El resultado es una economía que consume más energía por unidad de producción de lo que debería. En la medida en que en el pasado hemos descuidado las políticas de transporte (especialmente el de las mercancías por ferrocarril o marítimo), olvidas algo tan importante como la intensidad energética o el mix energético. Y el urbanismo también es parte de la política energética. Tampoco hemos puesto en valor el código de edificación antes de la construcción de cinco millones de viviendas, lo que nos habría dado cinco millones de viviendas mejor aisladas y consumiendo menos energía.

A cambio, tenemos una política energética que nos hace vulnerables. Tres cuartas partes de la energía que consumimos viene del exterior, de manera relevante a través de una logística de tipo naval. Ahí, la pertenencia a la OTAN y el despliegue de EEUU son vitales para asegurarnos el suministro. Si en el norte de África aparecieran estados fallidos España tendría un problema serio de suministro.

- Con todo este panorama ante nosotros, vuelvo a la pregunta del inicio, ¿qué es lo que no hemos hecho bien?

- Podríamos haber tenido la misma política acerca de las energías renovables, con un coste radicalmente distinto, con tal de que hubiéramos acompasado el despliegue de determinadas tecnologías a la mejora de la curva de aprendizaje. En el año 2008, invertimos más de la mitad de la energía fotovoltaica de todo el mundo, cuando nuestro tamaño no llegaba al 2% y en un momento en el que el coste de esa tecnología era 6-7 veces superior al que tendría hoy.

Por otra parte, si en lugar de haber creado un incentivo para los inversores, que lo han utilizado de forma lógica, se hubieran adjudicado mediante subastas, hubiéramos tenido un coste sensiblemente menor, hubiéramos objetivizado el proceso de adjudicación, hubiéramos controlado la cantidad e incluso hubiéramos podido gestionar el mix, todo ello de acuerdo con nuestros compromisos internacionales. Sólo porque hemos hecho las cosas de manera inadecuada y en tiempo inadecuado, estamos dedicando mucho más dinero del que hubiera sido necesario para disponer de lo mismo. A modo de ejemplo significativo, llama la atención que se está dedicando tanto dinero a la producción fotovoltáica como a la nuclear, cuando una aporta el 3% de la electricidad y la otra el 21%. Y no hay que ser maniqueo, necesitamos de todo: nuclear y renovables, carbón y gas,...

- En lo que hace referencia a la energía eólica, ya se habla de que empieza a ser rentable, pero nos sigue costando dinero.

- La energía eólica y también la fotovoltaica son hoy prácticamente competitivas donde hay viento y sol, sin necesidad de ayudas. El problema es que el país ha construido en una época distinta y hoy tiene las correspondientes obligaciones financieras. Ahora nos sobra de todo. Nos toca asimilar, durante los próximos 10-20 años, todo lo que hemos construido de más o más caro.

- ¿Y cómo enfocamos ese futuro a medio plazo?

- Mira, hasta ahora, el mundo ha vivido alrededor del trilema energético: competitividad, limpieza y seguridad de suministro. La sabiduría política decía que había que escoger dos de esos tres objetivos y sacrificar el tercero, porque los tres a la vez no eran compatibles. Asia eligió la competitividad; EEUU, la seguridad de suministro; y Europa, la limpieza medioambiental. La realidad en la que nos encontramos en 2013 es que EEUU aparentemente ha hecho compatibles los tres objetivos del triángulo: es la única economía del mundo que ha reducido sus emisiones de CO2 en los últimos cinco años, también ha reducido las importaciones de energía y los precios se han hundido. Mientras, en la bienintencionada Europa nos encontramos con que estamos dedicando cada vez más dinero a las renovables, pero al mismo tiempo estamos carbonificando cada vez más la electricidad, con lo que cada vez emitimos más CO2 y, además, tenemos más dependencia del exterior. Con un problema adicional, si EEUU en diez años alcanzara el objetivo de la autosuficiencia, tendríamos un problema serio, porque el paraguas político y militar de aquel país podría verse disminuido. Europa no tiene ni vocación ni capacidad para sustituir un vacío geoestratégico de EEUU.

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