Juan Manuel de Prada escribió en ABC:
El capitalismo, en contra de lo que piensan los ilusos, no es tan solo una doctrina económica, sino una visión antropológica y ontológica profunda; o, si se prefiere, un sucedáneo religioso en el que el dinero ocupa el lugar de Dios.
Son tres errores bastante habituales.
Primero, el capitalismo no es una doctrina, ni económica ni no económica, sino un sistema basado en la propiedad privada y los contratos voluntarios. Que esto es efectivamente así lo ilustra el empeño sistemático de los enemigos del capitalismo, que desde la teoría y la práctica rechazan, hostigan y quebrantan precisamente esas dos instituciones.
Segundo, el capitalismo no es una religión, ni genuina ni sucedánea. Es verdad que funciona con normas morales, que respeta y promueve, pero no son normas originales ni mucho menos contrarias a la religión, porque la defensa de la propiedad está en plena armonía con el Séptimo Mandamiento, y el cumplimiento de los contratos con el Octavo.
Tercero, al no ser una religión, el capitalismo no tiene Dios ni deja de tenerlo, y entre sus partidarios hay personas religiosas y otras que no lo son. Que el dios capitalista sea el dinero es una consigna tan antigua como endeble. La condena ante la obsesión con el dinero es vieja como el propio dinero, y la encontramos ya en las Sagradas Escrituras, y en el reproche de Virgilio: auri sacra fames. La búsqueda de dinero sin atención a límites, principios ni ética, por tanto, no es nueva ni es exclusiva del capitalismo, salvo que digamos que capitalismo es todo y desde siempre, y que capitalistas fueron Pericles y Fidel Castro.
También se puede reflexionar sobre el marco institucional del propio dinero, y comprobar que el dinero ha sido crecientemente usurpado por el Estado, que lo monopoliza y controla, condicionando o violando, así, las dos instituciones características del capitalismo.