La vigorosa intelectual y escritora Ayn Rand, una personalidad fascinante, poco conocida en España porque sus ideas libertarias (escapó en 1926 del infierno soviético) no se adaptan a la dictadura académica progre, dejó escrito:
Los hombres que producen mientras otros disponen de su producto son unos esclavos.
La espiral impositiva que sufre España en los últimos años, iniciada con el frívolo y disparatado gobierno de Zapatero y enfatizada sin rubor alguno en el inefable mandato de Rajoy, ha convertido a los menguantes ciudadanos productivos en meros esclavos de un Estado arrogante y abductor del patrimonio generado por su trabajo. Ciertamente, como proclamaba Rand, esa condición esclavista intenta socavar el derecho fundamental del hombre a "sostener su propia vida por su propio esfuerzo", que se realiza en el derecho inalienable a la propiedad. Pero estas reflexiones, que son la base del progreso de nuestra sociedad occidental, chocan con la estrategia demagógica de los políticos intervencionistas de inspiración populista (derechas contrarreformistas como el fraguismo, cuya evolución natural ha sido el marianismo) o socialdemócrata (izquierdas estatalizadoras como la Francia de Mitterrand inspiradora del felipismo y su hijuela, el nefasto zapaterismo), que crean inmensas estructuras burocráticas para el control ciudadano y asegurarse el sustento de los políticos y las castas funcionariales; la educativa y la administrativa, principalmente. Universidades por doquier, cientos de empresas públicas, 17 parlamentos autonómicos que ya han legislado de todo y sobre todo y la inmensa parafernalia de organismos inútiles y duplicados son algunas de las superestructuras que soporta la sociedad civil.
¿Cómo se paga todo este aparato improductivo? A base de impuestos, como el nuevo que anuncia el ministro Montoro, una expropiación a los ahorros de los ciudadanos. No existe mayor intimidación a los trabajadores y empresarios que imponer una nueva tasa al capital. El miedo es el peor enemigo de la libertad individual y económica; y eso es lo que pretenden inculcar en los ciudadanos las castas políticas y burocráticas de esta nación sin Estado que sólo se preocupa de recaudar impuestos para pagar los excesos de todas esas instituciones obsoletas. Ayn Rand califica de "saqueadores" a todos aquellos que disponen a su discreción del producto ajeno. Ya basta. No pueden jugar más con nuestro dinero: no lo respetan ni bancos ni gobiernos. Somos esclavos de sus decisiones; y se trata de defender "el producto de nuestro esfuerzo para sostener la vida".