Recuerdo un mal chiste infantil que decía que Jaimito había amenazado a su profesor diciéndole: "Mi padre me ha dicho que como me vuelva usted a suspender, le parte la cara". El profesor no pareció darle importancia y poco tiempo después le puso un 2,5 en el siguiente examen. Entonces, al ver llegar a la escuela al padre de Jaimito, un hombre forzudo y visiblemente colérico, el profesor corrió a saludarle y le dijo: "Quería darle la enhorabuena por el aprobado de su hijo". "¿Cómo que aprobado? El niño me asegura que usted le ha puesto un 2,5 en el examen", le respondió el padre, ya más sorprendido que enfadado. "Claro, es verdad. Es que justo con esa nota se alcanza el aprobado".
Valga este mal chiste de infancia para abordar la actuación de Montoro en lo relacionado con cumplir lo que Rajoy dijo en su día que era la primera obligación de un gobernante: no gastar más de lo que se ingresa.
En lugar abordar la reducción del déficit por la exclusiva vía de reducir el gasto, lo primero que hizo Montoro fue subir los impuestos, cosa que dijo que no iba hacer, para conseguir que el déficit en 2012 no superase el 4,4%, tope al que el PP se había comprometido con sus electores y con Bruselas en las elecciones generales. En marzo nos dijo que el límite del déficit para 2012 pasaría a ser del 5,3%. Dos meses después consiguió que nuestros socios en el euro aceptaran el 6%. A escasos dos meses de finalizar el año, el tope oficial había pasado a ser el 6,3%. Ya bien entrado el 2013, se nos ha dicho que el tope máximo para el desajuste del pasado año no era en realidad el 6,3, sino el 6,5. Además se nos dice que Bruselas también había aceptado que las cuantiosas ayudas a la banca no contabilizasen como déficit en 2012. Hace unos días nos enteramos de que Montoro ha maquillado las cuentas del pasado año también por la vía de postergar la devolución de tributos de diciembre a enero, lo que ha inflado engañosamente la recaudación en más de 5.000 millones de euros. Vamos, que Montoro ha logrado reducir el grado de incumplimiento de sus objetivos de déficit por la engañosa vía de rebajar su nivel de exigencia.
El fraudulento dato oficial del déficit del 2012 queda, con todo, situado en el 6,7%, dos décimas por encima del último tope oficial. Pero a Montoro aún le queda desfachatez para calificarlo de "éxito". No obstante, como todos estos groseros maquillajes no han logrado ocultar los abultadísimos niveles de incumplimiento de algunos Gobiernos regionales, como los de Andalucía, Cataluña o Comunidad Valenciana, lo último que se le ha ocurrido al irreconocible ministro de Hacienda para no tener que cumplir sus amenazas de intervenir las comunidades incumplidoras es reclamar en 2013 objetivos de reducción de déficit diferentes a cada región. Así el nivel de exigencia será menor para las incumplidoras y se mantendrá para las otras.
Comprendo el cabreo que este modus operandi de Montoro causa en los pocos gobernantes autonómicos que, como los de Madrid, han cumplido con los objetivos de reducción del déficit y por la vía de la austeridad. El chiste de Jaimito era malo, pero lo de Montoro tiene mucha menos gracia.