La presión con la que Mariano Rajoy acude a Bruselas es mucho menor un año después. Con la deuda del país muy próxima a cotizar al mismo nivel que la italiana -y, lo que es más importante, rondando los 330 puntos- y el bono a diez años en el 4,77%, el Gobierno se abonó a la tranquilidad que genera un Consejo, que arranca este jueves, "de transición" sin grandes asuntos encima de la mesa.
Una calma chicha que en ningún caso debe confundirse con inacción, a ojos del Ejecutivo español, que insiste en la necesidad de mandar un mensaje de irreversibilidad del euro. "La situación de Italia debe recordarnos que la inestabilidad puede regresar", incide un asesor gubernamental. Por eso, el presidente insistirá en cumplir con los compromisos adquiridos en 2012: "Hay que profundizar en el calendario para alcanzar una unión bancaria y una integración fiscal real", es la consigna dictada desde Madrid, temerosos de que, con los mercados relajados, se levante el pie del acelerador.
Pero, además, Rajoy volverá a integrarse en el grupo de países -Francia e Italia incluidos- que exigen nuevas políticas de estímulo y crecimiento, amén de que se sigan cumpliendo los programas de austeridad. En caso contrario, "la recuperación se hará más difícil". "Debemos perseverar en las reformas", dijo este mismo miércoles el presidente en el Congreso, dejando claro que no va a obviar sus obligaciones con el déficit. Moncloa espera algún "signo" en este sentido, aunque da por seguro el choque con Alemania y el resto de países de la denominada triple A parece en el meollo de la cuestión. Sea como fuere, se imponen las tesis de un Consejo tranquilo.
La idea con la que se trabaja en Bruselas es coincidente. De hecho, nadie espera gran cosa de una cita que, desde el gabinete del presidente del Consejo Herman Van Rompuy, catalogan de antemano como "ordenada y previsible". Incluso, susurran, aburrida. "Van Rompuy no teme al aburrimiento", bromean sus colaboradores cercanos, visiblemente más tranquilos que anteriores cumbres a las que los líderes llegaban con el agua al cuello, temiendo incluso por la supervivencia de la moneda común y a las que la prensa castigaba con el sambenito de "decisivas".
Atrás ha quedado la primavera de 2010, cuando la ingobernable deuda griega puso en jaque a todo un continente; o los temores a un contagio entre mediterráneos que pudiera hacer caer a gigantes como España o Italia; o el otoño de 2011, que se cobró varias víctimas políticas como Papandreu o Berlusconi; o incluso el convulso verano de 2012, antes de que bastaran unas palabras de Draghi para serenar los ánimos de los mercados.
Draghi llamará al orden a la UE
Sin embargo, la aparente calma que acoge este Consejo Europeo no oculta la Europa asolada por el desempleo, la misma Europa en la que siete países siguen en recesión y sólo dos, Luxemburgo y Estonia, respetan los límites de deuda y déficit pactados en Bruselas. Ésa es, precisamente, la Europa que dibujará el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, cuando, a solas con los líderes de los países del euro, mantengan un debate a puerta cerrada.
En él, España y sus socios habituales, conscientes (sobre todo Italia) de que las políticas de austeridad se castigan severamente en la calle y en las urnas, tratarán de arrancarle a Merkel algún guiño a favor de adoptar medidas de estímulo y muy probablemente lograrán imprimirle al texto final varias menciones a la necesidad de promover la creación de empleo.
Y es que la cumbre de esta semana será, con toda probabilidad, un canto a la manoseada consigna del "crecimiento" que socialistas y populares, Bruselas y capitales, tratan de apropiarse y del que hacen bandera en un momento en que la crisis asfixia a la población y en que las recetas aplicadas hasta ahora están en entredicho. Sin ir más lejos, los sindicatos europeos han convocado en Bruselas una nueva protesta para este mismo jueves cuyo lema reza "No a la austeridad. Sí a los empleos para los jóvenes".
"Los líderes son muy conscientes del contexto en que se celebra este Consejo", admiten en las instituciones europeas, donde no prevén conclusiones sobre países concretos, pero sí "gestos que den respuesta al cambio de percepción ante la crisis". En ese episodio, el presidente Rajoy podría recibir aún más señales de las hasta ahora descritas por el ministro De Guindos de que habrá trato de favor a España por su condición de cumplidor. En ese sentido, fuentes españolas conocedoras de la "cocina" previa al Consejo, reiteraron que "cada país recibirá un trato atinado a su distinta situación".
Con todo, pocos apuestan por que las discusiones deparen a Europa ningún susto de madrugada. Sobre todo, después de que Van Rompuy haya "expulsado" del orden del día el rescate a Chipre para encomendarle el debate a los ministros económicos el viernes. "Hay muchas ganas de terminar antes de media noche", bromea un embajador europeo que reconoce que probablemente, se hablará, "aunque de forma general", de la posibilidad de conceder más tiempo a España y otros países para reducir su déficit.
Además, según varias fuentes, es muy probable que en el Consejo se hable del rechazo de la Eurocámara hacia unos presupuestos "demasiados austeros" para ser aceptados por los representantes de los ciudadanos en Europa. A partir del gesto político del Parlamento Europeo de rechazarlos esta misma semana, los Gobiernos tendrán que renegociar algunas de las líneas rojas marcadas por los grupos políticos.