El Gobierno ha decidido jugárselo todo a una sola carta, la de la recuperación económica, que es la excusa para no hacer nada este año con la esperanza de que, en efecto, la economía remonte y le evite al Ejecutivo la adopción de nuevas medidas harto impopulares o, sobre todo, tener que empezar a meter mano en donde no quiere hacerlo, esto es, en las administraciones territoriales. Por desgracia para el Gabinete, cada vez son más las señales que apuntan a que no le van a salir las cuentas y va a tener que verse abocado a realizar un nuevo ajuste presupuestario a mitad de año.
Rajoy y sus ministros económicos habían depositado sus esperanzas de reactivación económica en el tirón del sector exterior, vía mayor demanda de exportación, del cual vendría tanto la recuperación de la inversión como el inicio de la creación de empleo y, con posterioridad, la mejora del consumo, de acuerdo con los patrones tradicionales de la economía española. Y, con todo ello, los ingresos fiscales empezarían a crecer y, entonces, ya no tendrían que tomar más medidas de ajuste presupuestario. Vamos, el cuento de la lechera en versión política económica. Pues bien, la economía internacional no tiene visos de ser esa panacea, ese bálsamo de Fierabrás, que todo lo cura, para la economía española porque lo que abunda en ella son las señales de desaceleración –incluso recesión- en nuestros principales clientes, esto es, la Unión Europea y Estados Unidos, donde va a parar alrededor del 80% de nuestras exportaciones. Asimismo, la cosa se puede complicar todavía más si los bancos centrales, en especial la Reserva Federal estadounidense, empiezan a retirar el exceso de liquidez que hay en el sistema financiero.
Si a la economía española le falla el impulso exterior, nada de lo que prevé el Gobierno se va a cumplir. Ni habrá vuelta al crecimiento, ni aumentarán la inversión y el empleo, ni empezarán a recuperarse los ingresos tributarios, ni nada por el estilo. Es más, todo apunta a que este año seguirán cayendo como consecuencia de la persistente debilidad que manifiesta la demanda interna ante tanta subida de impuestos como se ha llevado a cabo y ante tanto empleo como se ha destruido y se está destruyendo. Eso es lo que piensa la Comisión Europea, y lo que estimamos muchos también, con un agravante: que los datos de déficit correspondientes a 2012 no están nada claros, porque no cuadra eso de que hayamos cerrado con un desequilibrio en las cuentas públicas del 6,7% del PIB mientras que el saldo vivo de deuda pública en circulación se incrementó en catorce puntos del PIB en el mismo periodo. De la misma forma que también hay sospechas de que las administraciones públicas llevan aplazando pagos desde el pasado otoño con el fin de que no figuren como déficit del año pasado.
Pero volvamos a la demanda interna. Su caída continuada hace imposible pensar en una mejora de la recaudación tributaria este año y menos aún si, como parece, no se cumplen las buenas perspectivas para el sector exterior con las que sueña el Gobierno. En este caso, el Ejecutivo no tendrá más remedio que llevar a cabo un nuevo ajuste presupuestario, seguramente antes de las vacaciones de verano. De ahí que Bruselas recomiende subir el IVA y endurecer la postura con las administraciones territoriales. La cuestión es qué va a hacer el Gobierno porque si vuelve a subir los impuestos la gente se puede echar en masa a la calle porque la sociedad ya está harta de tanto y tan largo sufrimiento sin ver los resultados del mismo. Lo suyo, entonces, sería meter mano a las autonomías, a los miles de asesores de todo tipo que pululan por todas las administraciones, etc. Pero como Rajoy volvió a repetir en el Debate sobre el estado de la Nación que las autonomías no se tocan, ¿qué va a hacer el Gobierno? Esta es la pregunta del millón porque ni los mercados, ni la Unión Europea, nos van a perdonar.