A la espera de que en abril la oficina estadística europea, Eurostat, diga la última palabra, Bruselas ha recibido con prudencia el anuncio del Ejecutivo de Mariano Rajoy de que el déficit se situará en el 6,7%. Todavía dando por válido el 7% (10'2% contando las ayudas a la banca) al que apuntaban las previsiones comunitarias, el portavoz de Olli Rehn ha admitido que, de confirmarse las cifras de Madrid, la Comisión Europea estaría "encantada".
La consigna oficial desde Bruselas es que "toman nota" del 6'7% anunciado por el Gobierno, lo que, traducido al lenguaje no burocrático, significa que, aunque les gustaría, todavía no la dan por buena. Por eso, el portavoz de Rehn conjugaba en condicional la posible reacción del Ejecutivo comunitario. "Si resultara que el déficit de 2012 es finalmente más bajo, estaríamos satisfechos", admitía a los medios en rueda de prensa antes de añadir que hay que esperar primero "la notificación de Eurostat".
La confirmación, además de necesaria desde el punto de vista procedimental, es clave a la hora de que Bruselas tome una decisión sobre si afloja la presión sobre España. Como ya adelantó el propio comisario al hacer públicas sus previsiones la semana pasada, en el Ejecutivo están dispuestos a conceder a España una dosis de oxígeno, al alargar los plazos incluso hasta 2016 para que mantenga su déficit a raya, por debajo del 3% dictado desde Europa.
La confirmación de Eurostat sería, pues, la demostración de que el Gobierno, efectivamente, ha hecho los deberes que le marca Bruselas y que, por lo tanto, merece su "piedad". Preguntado por la prensa española sobre esta posibilidad, sin embargo, Almunia, que el año pasado se vio inmerso en un cruce de acusaciones y malentendidos en torno a la cifra del déficit de 2011, evitó pronunciarse.