Uno de los elementos fiscales contenidos en el precipicio fiscal que afronta Estados Unidos es la expiración de las rebajas de impuestos aprobadas por el ex presidente George W. Bush. Prorrogadas por dos años en 2010, la posibilidad de que sean renovadas de nuevo o no ha centrado buena parte de las negociaciones que han mantenido en los últimos meses la Casa Blanca, los republicanos y los demócratas.
Para la Administración Obama y buena parte de los legisladores demócratas, la oposición a las rebajas de impuestos de Bush se explica por la necesidad de recortar el déficit vía subidas de impuestos. Para buena parte de los republicanos, oponerse a extender estas provisiones tributarias equivale a darle la espalda a la economía de mercado. Ambas retóricas son opuestas, pero demuestran que las rebajas de impuestos de Bush son asociadas de forma recurrente con políticas económicas de corte liberal.
En realidad, no está tan claro que esto sea así. Como ha demostrado el Mercatus Center de la George Mason University, en un estudio elaborado por Matthew Mitchell y Andrea Castillo, hay numerosas razones por las que estas medidas fiscales aprobadas durante la década pasada no cumplieron los requisitos que debe tener una reforma tributaria orientada a promover el fortalecimiento de la economía de mercado.
¿En qué consistieron las rebajas de Bush?
Los llamados Bush Tax Cuts se aprobaron en 2001 y 2003. A grandes rasgos, estas fueron sus implicaciones fiscales:
- En el Impuesto sobre la Renta se rebajó el tipo máximo del 39,6% al 35%, mientras los tipos intermedios pasaron del 36% al 33%, del 31% al 28%, del 28% al 25% y del 15% al 10%.
- Los tipos del Impuesto de Capitales pasaron del 20% al 15% y del 10% y el 8% al 5%. En 2008 se redujo el tipo menor (5%) al 0%.
- Adicionalmente, se aprobaron diferentes devoluciones, cheques y deducciones vinculadas a todo tipo de ámbitos: educación, gasto por hijos, vivienda, etc.
Aplicación lenta de las rebajas fiscales
Los impuestos no debían entrar en vigor por completo hasta 2006. No se había aprobado una aplicación directa de los mismos de un año para otro, sino que se anunció un calendario de pequeñas rebajas graduales de entre el 0,5% y el 1% a lo largo de un lustro. Esto, evidentemente, disminuyó la efectividad directa de la rebaja tributaria. Al fin y al cabo, el Gobierno de George W. Bush estaba aprobando una medida descafeinada cuyo apoyo político podría haber terminado en las elecciones presidenciales de 2004 o las legislativas de 2006.
Finalmente, se aceleró la aplicación efectiva de muchas de las rebajas anunciadas a partir de 2003, pero esto ni hizo sino añadir más confusión e incertidumbre. Evidentemente, mientras las rebajas no tenían plena aplicación, los agentes económicos retrasaron actividades económicas en espera del mejor tratamiento fiscal anunciado para el futuro.
Los estudios de Christopher House y Matthew Shapiro sobre esta cuestión son concluyentes: una vez se aplicó por completo la reforma, las variables económicas afectadas mejoraron su comportamiento de forma notable; no obstante, entre 2001 y 2003, la espera de los agentes económicos tuvo un efecto negativo en el crecimiento, la inversión, las horas de trabajo y el consumo.
Límite temporal de las medidas
En el caso de las rebajas de impuestos de Bush, la dinámica legislativa obligó a poner una fecha límite a la reforma. Esta "fecha de caducidad" fue renovada en 2010 por dos años más de lo inicialmente anunciado. En los últimos días de 2012, republicanos y demócratas volvieron a negociar la posibilidad de prorrogar, o no, estas rebajas tributarias.
Evidentemente, el efecto económico de una reforma permanente siempre será menor que el de una medida volátil. La incertidumbre generada en 2010 y 2012 ante el debate sobre la prolongación de los Bush Tax Cuts confirma que la aplicación de esta rebaja fiscal no otorgó seguridad a los agentes económicos, sino que generó expectativas positivas a corto plazo sin alterar las dinámicas a medio y largo plazo.
Énfasis keynesiano en estimular la demanda
Los modelos keynesianos enfatizan los beneficios que pueden tener las rebajas tributarias a corto plazo. Según este razonamiento, devolver dinero al contribuyente puede animar el consumo, disparando la demanda agregada. Este enfoque explica que parte de la rebaja fiscal se canalizase a través de cheques y devoluciones a los hogares estadounidenses.
Por el contrario, la Escuela Austriaca de Economía ha enfatizado de forma reiterada la importancia de pensar en el largo plazo y generar incentivos estables y sensatos para evitar que el cortoplacismo de hoy alimente los problemas de mañana.
Este comportamiento de los contribuyentes también ha sido tratado por la Escuela de Chicago: Milton Friedman explicó en los años 50 que, como las decisiones de consumo de hoy están ligadas a las expectativas de ingresos de toda una vida, un incentivo repentino y temporal no es lo suficientemente seductor como para cambiar las decisiones de consumo, ahorro e inversión de los agentes económicos.
La Administración Bush siguió el primer razonamiento (el de las tesis keynesianas), tal y como podemos ver en este discurso pronunciado por el ex presidente el 24 de mayo de 2003:
Cuando la gente tiene más dinero en su hogar, hay más demanda para bienes y servicios y los empleadores necesitan contratar a más trabajadores para responder a esa demanda creciente.
Esto explica que una parte importante de su rebaja de impuestos se canalizase vía cheques, a la manera de la devolución de 400 euros que aprobó en 2008 el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero en España. Los estudios demuestran que la mayoría de los estadounidenses se comportó de manera contraria a la esperada por el Gobierno y los modelos keynesianos. Menos del 25% usó las devoluciones tributarias de 2001 para consumir más, y la mayoría se centró en reducir sus niveles de endeudamiento.
Rebaja tributaria sin recorte de gasto
En los años 60, las rebajas de impuestos de Kennedy se aprobaron de la mano de políticas de contención del gasto público. Décadas después, en los años 80, el gasto público en porcentaje del PIB era un 1,1% inferior al momento en el que Reagan aprobó sus principales rebajas fiscales. Por el contrario, entre 2001 y 2009 el gasto público aumentó de forma considerable, pasando del 18% al 25% del PIB justo cuando los ingresos tributarios caían del 19% al 15%.
Evidentemente, una rebaja de impuestos sin el correspondiente recorte del gasto público no es una rebaja de impuestos. Al fin y al cabo, como siempre han defendido los economistas liberales, "el gasto es el impuesto", ya que los déficits presupuestarios que podamos generar hoy siempre serán pagados con más presión fiscal el día de mañana.
Desde el punto de vista social, una rebaja fiscal sin recorte del gasto crea incentivos electorales perversos, ya que el votante acaba suponiendo que los servicios públicos cuestan menos de lo que realmente cuestan. De esta forma, se cae en la "ilusión fiscal" que han explicado y estudiado economistas como Amilcare Puviani, Andrew Young, James Buchanan o Christina y David Romer.
Por último, como los cheques y devoluciones que incluían los Bush Tax Cuts fueron financiados con déficit y no con recortes del gasto, también podemos entender que el Estado socializó deuda privada y la convirtió en la práctica en deuda estatal. De nuevo, la lógica de las rebajas de impuestos del ex presidente Bush obró en contra de algunos de los principios más elementales de la economía de mercado.