Del "bazar de los regateos" que describía un diplomático bien entrada la noche del jueves, al pulso de orgullos nacionales en el que seguían sumidos los líderes en la tarde del viernes, pasando por varios espejismos de acuerdo con sus correspondientes valoraciones desde veintisiete delegaciones empeñadas por clamar victoria. Las más de veinticuatro horas de caos organizativo en que se convirtió la cumbre llamada a cerrar los presupuestos europeos ofreció precisamente el espectáculo que el presidente del Consejo, Herman Van Rompuy, se había propuesto ahorrarse.
Mientras que Londres amanecía con un "Victoria para David Cameron" en la portada de su Daily Telegraph, los países más golpeados por la crisis se hacían eco de que las cuentas más austeras de la historia no había olvidado el drama del desempleo. Las interpretaciones partían, en todo caso, de borradores que circularon por el Consejo durante las largas horas de vigilia periodística, paralela a las opacas negociaciones a varias bandas que, a puerta cerrada, seguían manteniendo los jefes de Estado y de Gobierno.
Entretanto, la diferencia entre la cifra de compromisos y de pagos (entre 960.000 y 908.000 millones de euros, según la última versión de Van Rompuy) permitió el enjuague cosmético a las capitales: la que quería sacar pecho de austeridad aireaba la más baja, mientras que el Gobierno interesado en vender su triunfo se agarraba a la más alta.
Sin embargo, todo seguía instalado en ese ambiguo terreno que Bruselas denomina "principio de acuerdo", y los constantes retrasos obligaron a las delegaciones a admitir la evidencia en la tarde del viernes: las negociaciones habían encallado, y la nueva propuesta de Van Rompuy seguía suscitando reservas en varios Gobiernos.
Fuentes gubernamentales mostraron su preocupación por el devenir de las negociaciones. Si a primera hora de la mañana la reunión parecía enderezada, ahora todo ha cambiado. Existe una nueva propuesta y "puede afectar, dijimos que sólo era un boceto", enfatizaron. De hecho, admiten que en la reunión del Consejo los líderes vuelven a tomar la palabra de forma "casi compulsiva", lo que está alargando la sesión para desesperación de la delegación española, que da síntomas de agotamiento.
La propuesta de las 6:30
Por la mañana todo parecía resuelto. Las cuentas de Herman Van Rompuy que costó poner encima de la mesa toda una noche trajeron, en realidad, pocas sorpresas. Para cuadrar las cuentas y adelgazar el presupuesto, la propuesta del presidente del Consejo Europeo obligó a mover el dinero de unas partidas a otras y, al final, el baile de cifras se ha saldado con una solución que, por un lado, perjudica a España al reducir en mil millones las ayudas a sus regiones y, por otro, le otorga una hucha para sus jóvenes parados (900 millones) así como desempleados en general (otros 900 millones), amén de unas reforzadas ayudas agrarias (500 millones de euros).
Al final, la complicada parrilla que contiene los compromisos de pago de los próximos siete años se parece mucho al "encaje de bolillos que deja a todos descontentos en la misma medida" que auguraba un embajador europeo horas antes de la cumbre. España, donde más de la mitad de menores de 25 años no tienen un empleo, verá así aliviada su "emergencia social", como clamaban en los últimos días líderes de varias latitudes.
El instrumento cocinado por Europa, abierto a todas las regiones que superen el 25% de paro, estará dotado con hasta 6.000 euros, de los que la mitad será dinero nuevo y la otra mitad saldrá del fondo social.
Las grandes perdedoras de esta ingeniería financiera a través de la que Europa se hace publicidad gratis apoyando una causa tan popular como la lucha contra el paro juvenil son las comunidades autónomas, que perderán mil millones de los 2.800 que había conseguido en las últimas negociaciones. En aquella ocasión, el presidente Mariano Rajoy sacaba pecho y se felicitaba por un cheque conseguido in extremis por la especial vulnerabilidad de la situación económica de España.
El entonces calificado de acuerdo favorable ha hecho, pues, aguas en este segundo asalto, de modo que Extremadura recibirá finalmente 500 millones, Andalucía, Murcia y Castilla-La Mancha se repartirán 624 millones y el resto de CCAA, 700 millones. Además, Ceuta y Melilla obtendrán un cheque extra de 50 millones. Eso sí, las tradicionales "protegidas" de la política regional europea, Andalucía, Castilla-La Mancha y Galicia, conservarán como máximo el 60% de las ayudas europeas que reciben actualmente, mientras que Extremadura, estancada respecto a sus socios comunitarios con un PIB menor del 75% de la media, conservará la mayor parte de las subvenciones.
La propuesta de Van Rompuy habla de un techo de gasto de 960.000 millones de euros, lo cual significa que al hacha inicial de 80.000 millones, se ha sumado un esfuerzo de austeridad extra de 13.000 millones, cifras que ya se manejaban en todas las capitales y que, en principio, disgustaban, por insuficientes, a los azotes del ahorro y sublevaban también a los abanderados del crecimiento.
Fuentes del Ejecutivo español valoraron positivamente lo teóricamente alcanzando. Tras 16 horas de reuniones, recalcaron, España se mantiene como receptor neto y logra parte de sus reclamaciones. El cálculo de las partidas, aseguran, se salda en positivo para el país, destacando el fondo para el paro juvenil. La Moncloa admitió que es "un documento de cierre".
El parlamento avisa: "Esto es el principio"
En caso de que los Veintisiete consigan finalmente irse a casa después de brindar por estas cuentas para los próximos siete años, su presupuesto no será más que papel mojado sin la luz verde del Parlamento Europeo. El músculo político de la Unión, a unos metros del edificio donde los líderes debaten estos días y pelean cada línea presupuestaria, tiene, por tanto, potestad de tumbar unas cuentas que considere no están con sintonía con las prioridades políticas. Y su presidente, Martin Schulz, dejó claro este jueves que no aceptarán un presupuesto deficitario que fuera "una carga para futuras generaciones".
Convirtiendo a Cameron en diana de sus iras institucionales, el presidente de la Eurocámara arremetió ante la prensa contra los países que pudieran "doblegarse a la voluntad de uno solo" y cuestión incluso la importancia de la opinión de Londres. "Al fin y al cabo, no va a imponernos nuestras cuentas un país que ni siquiera sabemos si será miembro de la UE en 2020", observó Schultz después de su ronda de contactos con varios dirigentes. "Esto es sólo el principio de un proceso", advirtió.
Tras la dialéctica de este bronco alemán, hay una cámara de más de 700 diputados en la que los principales grupos políticos a derecha e izquierda ya han expresado su disposición a boicotear, en caso de que fuera necesario, las cuentas retocadas por el tijeretazo de Van Rompuy. Lo harán pidiendo un voto secreto para evitar presiones desde las capitales y tumbarán sin empacho toda propuesta que no están en concordancia con sus exigencias.