La reforma laboral que aprobó el Gobierno del PP empieza a mostrar resultados positivos a la vista de los últimos datos de empleo. El número de parados bajó en 59.094 personas en diciembre, lo que supone un descenso del 1,2% intermensual. Se trata de la mayor caída de la historia registrada en un mes de diciembre y la más acusada en términos relativos desde 1999. Aunque la oposición y los sindicalistas enfatizaron que la razón estriba en un efecto meramente coyuntural, como consecuencia del aumento de la contratación de cara a la campaña navideña, los datos demuestran lo contrario, ya que el valor desestacionalizado (descontando el efecto calendario) arrojan 41.023 parados menos con respecto a noviembre.
La evolución registrada en un solo mes, por muy buena que haya sido, no demuestra nada, pero lo cierto es que en el último semestre de 2012, coincidiendo con la entrada en vigor de la reforma laboral, el paro ha evolucionado mejor que en el mismo período del pasado año. Así, desde el pasado junio el incremento de parados fue de 233.454 personas frente a las más de 300.000 registradas en la segunda mitad de 2011. Y ello, teniendo en cuenta que el PIB creció en 2011, aunque tímidamente (0,4%), mientras que España entró nuevamente en recesión en 2012, con una contracción próxima al 1,4%.
Además, uno de los datos más relevantes, es que si bien España cerró el pasado ejercicio con un total de 4.848.723 parados registrados, 426.364 más que en 2011 (un aumento interanual del 9,64%), una parte sustancial de dicho incremento se debe a la reducción de plantillas que están acometiendo las administraciones públicas en el último año, lo cual indica que se está frenando la destrucción de empleo en el sector privado. Se trata, por tanto, de una señal positiva, aunque insuficiente dada la dramática situación que sufre el mercado laboral español desde el estallido de la crisis en 2007. España, por desgracia, sigue liderando la tasa de desempleo de la UE, con más de un 25%, lo cual es insostenible desde un punto de visto económico y social.
El pésimo comportamiento del mercado de trabajo durante los años de crisis se debió a la enorme rigidez laboral, una de las más elevadas del mundo, que imponía un marco regulatorio heredado de la época franquista. Un sistema basado en la férrea aplicación de convenios colectivos por el cual unos pocos, sindicatos y patronal, decidían de forma arbitraria y contraproducente hasta el mínimo detalle de las condiciones laborales de millones de trabajadores. Este anquilosado y asfixiante corsé fue lo que provocó que la tasa de paro se triplicara en el último lustro, a diferencia de otros países, como EEUU, Reino Unido, Alemania o incluso Irlanda, que mantuvieron un desempleo muy inferior pese a sufrir igualmente los avatares de la crisis financiera y económica.
La reforma laboral del PP ha paliado en parte estos defectos, permitiendo una mayor flexibilidad para que las empresas se adapten mejor a las circunstancias siempre cambiantes del mercado sin la obligación de despedir personal, gracias a la prioridad de los convenios de empresa, una mayor facilidad para descolgarse de los convenios colectivos o la reducción del coste del despido. Sin embargo, y dado que los cambios introducidos están mostrando efectos positivos, España necesita profundizar aún más en el cambio de rumbo que inició la reforma laboral, no sólo para frenar el crecimiento del paro sino, sobre todo, para acelerar la creación neta de empleo con el fin de absorber cuanto antes los millones de parados que siguen existiendo España.