El pasado jueves 13 de diciembre, la Fundación Rafael del Pino organizó una concurrida conferencia a cargo del estadounidense Arthur B. Laffer. Gracias a la Fundación Rafael del Pino, Libre Mercado tuvo la oportunidad de entrevistarle durante visita a Madrid. Ésta es la segunda parte de la extensa conversación que mantuvimos con uno de los economistas más reconocidos, famosos e influyentes del mundo:
LM: Ha puesto como ejemplos de gestión económica a Kennedy y Clinton. ¿Cree que dicho partido puede volver a abrazar las reformas de mercado?
AL: A día de hoy, lo dudo, pero le diré una cosa: ninguno de los actuales dirigentes demócratas manejaría su economía familiar como hoy pretenden manejar la economía estadounidense. El problema es que están metidos en la pelea política, donde todo es más irracional, hasta que la situación llega a un punto grave. Y es entonces cuando se produce la reacción, que será una especie de revuelta palaciega. No puede ser de otro modo: hay que conseguir que en Washington se corrijan los errores que se han cometido... desde Washington.
Eso sí, aunque creo que los demócratas sabrán estar a la altura cuando lleguemos a ese punto, también creo que esta vez son ellos quienes están haciendo que todo vaya peor. En los 60 ocurría lo contrario, eran los republicanos los que bloqueaban las reformas necesarias. Al final del día, esta no es una dicotomía entre socialdemocracia y conservadurismo, entre demócratas y republicanos, sino que es una dicotomía entre la buena y la mala economía.
LM: El gobierno de Obama ha apostado por salir de la crisis a golpe de gasto. ¿Por qué se opone Vd. a estos programas de estímulo?
AL: Un gobierno no crea recursos, los redistribuye. Cada vez que da dinero a una persona, se lo quita a otra persona primero: es un juego de suma cero. El Gobierno tiene funciones muy legítimas que puede y debe cubrir, pero cuando se gasta por encima de esos niveles, entonces se golpea al resto de la economía. Y, además, no olvidemos lo que decía mi amigo Milton Friedman: el gasto es el impuesto. Cada vez que se aumenta el gasto, se envía la señal de que tarde o temprano habrá que pagar más impuestos.
LM: En los últimos años se ha hablado mucho de los años 30, sobre todo para comparar la política monetaria de hoy con la de entonces. No obstante, cuando Vd. se refiere a este periodo con ánimo de extraer lecciones, lo que subraya son las políticas fiscales de Hoover y Roosevelt.
AL: Incomprensiblemente, buena parte de la literatura económica de los años 30 se olvida de hablar de las subidas de impuestos que se aprobaron entonces. ¡Es como ignorar que hay un elefante en la habitación! En mayo de 1930, por ejemplo, Herbert Hoover aprobó la mayor subida de los impuestos arancelarios que ha vivido Estados Unidos a lo largo de toda su Historia. Y no contento con eso, el 1 de enero de 1932, Hoover aumentó el tipo máximo del Impuesto sobre la Renta del 25% al 63%. A eso se le sumaron impuestos especiales, impuestos sobre bienes inmuebles, impuestos de sucesiones... Por supuesto, esto creó una espiral depresiva. Y poco después, con Franklin D. Roosevelt en la Casa Blanca, el Gobierno de Estados Unidos confiscó el oro, llevó el tipo máximo del Impuesto sobre la Renta hasta el 83%, subió la fiscalidad de las empresas, disparó el impuesto de sucesiones hasta el 90%, creó una tasa del 25% para los beneficios empresariales no retribuidos, etc. ¡Normal que nos metiésemos más aún en una depresión económica!
LM: ¿Y no le frustra que se olviden estas lecciones?
AL: Es que no entiendo que siga habiendo economistas que hablen de estos años fingiendo que nada de esto ocurrió. En las políticas impositivas de los años 30 hay una explicación a muchos de los problemas de aquellos años, pero hay quienes prefieren mirar hacia otro lado, parecería que no buscan saber la verdad.
LM: Antes habló de reformas pro-mercado a nivel estatal. ¿Es recomendable que los diferentes Estados de la Unión fijen diferentes políticas tributarias o sería deseable algún tipo de "armonización"? Porque aquí en Europa se plantea que los países de la UE deben coordinar sus impuestos.
AL: La competencia tributaria en Estados Unidos es un excelente laboratorio para comparar políticas tributarias. Y si sabemos extraer las lecciones correctas, permitir esta competencia nos indica qué tipo de recetas debemos aplicar.
LM: Vd. mismo dejó de vivir en California y ha mencionado públicamente que los impuestos tuvieron que ver con esa decisión...
AL: Imagine que tenemos dos territorios, A y B. Si A sube los impuestos a las personas y las empresas, es muy posible que esas personas y empresas acaben mudándose al territorio B. ¿Tan difícil es entender eso? Muchos profesores de Harvard me niegan que esto sea así. Los datos demuestran que se equivocan, pero ni siquiera hace falta recurrir a datos, esto es algo de sentido común.
Eso sí, como quieren datos, yo les doy encantado los datos que lo demuestran. Por ejemplo, si tomamos los nueve Estados de la Unión que no han instaurado un Impuesto sobre la Renta y los comparamos con los nueve que tienen un Impuesto sobre la Renta más alto, encontramos que los primeros crecen más, atraen a más gente... y recaudan más.
¿Más ejemplos? En las últimas décadas, unos once Estados que no tenían Impuesto sobre la Renta han acabado creando uno. Maine, Ohio, Indiana, Wisconsin... Todos ellos, sin excepción, tienen hoy un peso relativo mucho menor en la economía nacional. En algunos casos, la caída ha sido dramática: Michigan, por ejemplo, pasó de representar más del 5% de la economía de EEUU a poco más del 2,5%.
Otro ejemplo es mi Estado natal, Ohio. Nací en Youngstown, una ciudad muy industrial, y realmente quisiera vivir algún día en Cleveland, donde reside buena parte de mi familia. Pero las condiciones tributarias allí son ridículas, son marxistas. Cuando recorro las calles de mi ciudad, me sorprende que un Estado que tenía tanto poderío industrial se haya convertido en un campo empobrecido. ¡Y ante escenarios así yo me pregunto quién sigue pensando que una economía puede prosperar a base de impuestos! Es tan ridículo como pensar que una persona pobre pueda hacerse rica a base de despilfarrar dinero...
P: Lleva años recorriendo el mundo para difundir sus ideas... ¿Es que nunca se cansa?
R: Al contrario, vivo muy feliz haciéndolo. Ojalá me hiciesen más caso allá por donde voy. Todos seríamos no solo más felices, sino también más prósperos.