Los Veintisiete han querido pasar página del capítulo que François Hollande bautizó este viernes gráficamente como la "Europa del espectáculo", una colección de desencuentros, citas de emergencia y desavenencias ventiladas a cuatro columnas que han agravado la peor crisis del euro y han puesto en entredicho, incluso, su supervivencia. Sin embargo, la solución a la europea no ha logrado escapar al cuño germano y ha nacido ya con las alas cortadas. Más Europa, corean los Gobiernos, pero no todavía, impone el calendario.
La fórmula para dar el salto hacia la Europa de cuentas claras y políticas económicas coordinadas desde Bruselas, por la que los líderes brindaron en el Consejo, es en realidad un complejo plan que en los próximos meses seguirá cobrando forma. "No hay una bala mágica" para salir de la crisis, no se cansa de repetir el comisario Olli Rehn, así como la canciller alemana, ambos defensores de que el plan llevará su tiempo y su sacrificio, pero que merecerá finalmente la pena.
De momento, prevé dotar a la Comisión Europea del poder para meter la tijera en los presupuestos nacionales y obligar a las capitales a mantener hilo constante con las instituciones comunitarias para tomar cualquier decisión económica que no se hubiera discutido previamente en el contrato económico que los países deberán firmar.
Endurecimiento de los controles
El contrato, que cobrará forma el año que viene, vinculará a los Gobiernos con las reformas que se le receten desde las instituciones europeas. Las famosas "recomendaciones" de Bruselas, por tanto, dejarán de ser tales para convertirse en una obligación legal. Así, con este crítico endurecimiento de los controles europeos sobre las políticas presupuestarias y económicas, Bruselas tendrá mucho que decir en la agenda política doméstica, sobre todo de los países que hayan recibido ayuda.
Por eso, las instituciones, acaso conscientes de que su plan para acompasar las 27 capitales llega demasiado lejos, han abierto también el debate sobre la rendición de cuentas. De ahí el capítulo sobre la "legitimidad democrática" incluido en el papel que Herman Van Rompuy entregaba a los líderes, y el que se prevé reforzar el papel de los parlamentos, tanto nacionales como europeo, a la hora de controlar las decisiones tomadas desde los altos despachos de Bruselas.
La mano de la canciller alemana, y la preocupación electoral que va a guiar su política de aquí al próximo otoño, también está detrás de que otra de las propuestas más ambiciosas haya perdido fuelle. Y es que el presupuesto de la zona euro, una suerte de airbag para situaciones de crisis no verá la luz en un futuro próximo. En todo caso, no a tiempo para paliar los golpes de esta crisis.
Con todo, carencias y deficiencias a parte, el frente mediterráneo ha preferido evitar un motín como el tenso tira y afloja que se vivió en junio, y que consolidó la alianza del Gobierno de España con Roma y París. Cuando el viernes, tras largas horas de negociaciones -que, por cierto, encumbraron a Luis de Guindos en los círculos políticos españoles- el presidente Rajoy se declaró "muy contento", pero también consciente del largo camino que aún queda recorrer. Esto es, Europa está cambiando el discurso de la austeridad por el del crecimiento, pero la letra, de momento, suena a la disciplina recetada desde Berlín.
"España, un agente muy activo"
Que el pasaje va a ser arduo lo dejó de manifiesto Rajoy en una comparecencia en la que, en principio, todo iba a ser palabras positivas. "Lo peor que puede hacer un político es engañarse a sí mismo. Sólo hay una cosa peor, transmitir esto a los demás", dijo, como introducción para alertar de una segunda recesión en el contexto comunitario que podría hacer saltar todos los pronósticos económicos nacionales. Se da por hecho que no cumpliremos con el objetivo de déficit, situado aún en el 6,3%.
Tras las vacaciones de navidad, pero antes del próximo Consejo -que se celebrará nada más arrancar febrero-, España enviará propuestas concretas para avanzar en la unión política, amén de ir desarrollando el mecanismo para dar forma a la denominada "integración fiscal". Si algo teme Rajoy es que la UE de síntomas de paralización: "Cuando Bruselas funciona, los mercados se calman y la prima de riesgo no sube. Lo peor es que se den señales de que no vamos todas a una", dicen sus asesores.
Unos informes que ya sin disimulo tendrán el sello de la alianza con Roma y París, y que ha servido de contrapeso ante Merkel. "De acuerdo que ella ha impuesto la letra, pero para llegar a esa letra ha hecho falta un arduo trabajo", según eurodiputados españoles.
El presidente también quiso dejar claro que la fotografía de José Luis Rodríguez Zapatero aislado ya es historia. Tras un año al frente de la diplomacia española, reivindicó el regreso del país a la locomotora comunitaria, a pesar de las dificultades: "España ha sido un agente muy activo en las decisiones adoptadas". En 2013, seguirá la guerra comunitaria, tras un año de arduas batallas.