El capitalismo es un egoísmo, dicen los enemigos... y los amigos. ¡Los amigos! ¿De qué van los amigos? ¿Lo dicen por epatar al progre o es que no saben? El caso es que... ¡no pueden no saber, que diría el maestro!
El egoísmo, dice el Diccionario, es el "inmoderado y excesivo amor" a uno mismo, "que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás". ¡Salga, salga usted al mercado sin cuidarse del interés de los demás, y ya luego nos cuenta, mientras se calienta las manos en una chasca debajo de un puente! "No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés", igual replica alguno, recurriendo a Mr. Smith. Yo en su lugar no lo haría, pues eso es un argumento búmeran, un zas en toda la boca que le dejaría los morros como los de un saxofonista. El carnicero, el cervecero y el panadero se mueven por su propio interés, no hay duda; pero es que resulta que para satisfacerlo necesitan... ¡ajá!... satisfacer el interés del prójimo. Necesitan, ojo. No es una opción, es una obligación. Lo que ponen todos los egoístas en la carta a los Reyes, vamos.
¿Dudas? A estas alturas no puede haberlas. Así que si, de todas formas, haylas, tenemos un problema. Contiene la P. Prejuicio. O la C. Cerrazón. Como no hay dos sin tres, también vale la F: fanatismo.
Mr. Smith. Qué curioso que todo el mundo cite siempre su frase del carnicero, el cervecero y el panadero; o su mano invisible, que los liberticidas y los mamporreros del maestro Ciruela traducen por tenebrosa mano negra. Jamás les da por esta otra, con la que abre su Teoría de los sentimientos morales, obra que consideró superior a su célebre Riqueza de las naciones y en la que "siguió trabajando mientras le quedaron fuerzas", según nos informa Rodríguez Braun en el excelente estudio preliminar que preparó para Alianza:
Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que le hacen interesarse por la suerte de otros y que la felicidad de éstos le resulte necesaria, aunque no derive de ella más que el placer de contemplarla.
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¿Egoísta el panadero que se levanta a esas horas imposibles para servirle el pan bien de mañana? No, hombre, no. Egoístas, de la peor especie, son los estatólatras que pretenden vivir del sudor de otras frentes y azuzan al perrazo Leviatán para que haga presa en vidas y haciendas ajenas. ¿Egoísta el panadero cosido a impuestos, que echa todas las horas para que cualquier niniato se pueda comer un bocata de lo que sea cuando ya le han cerrado todos los bares? ¿Entonces qué son los que exigen al Estado prebendas, privilegios, puestos blindados? ¡"(...) atender desmedidamente al propio interés"! ¿Qué son los que en sus protestas laborales toman rehenes, urden colapsos, amenazan, maltratan a cuantos más mejor, para que todo se ponga pésimo? ¡"(...) sin cuidarse del de los demás"!
No, hombre, no. O hay que joderse, si quiere usted ponerse fino.