En la revista Tercer Programa de julio-agosto-septiembre de 1967 publiqué un artículo, luego reproducido en Índice (julio-agosto de 1968), titulado "¿Un economista en la Real Academia de la Lengua?". El pasado 18 de noviembre, con un espléndido discurso titulado "Entorno institucional económico", ingresaba un economista en la Real Academia Española José B. Terceiro. En todo ese tiempo, y en relación con esa cuestión de los economistas y la Real Academia Española, ¿qué sucedió?
Como si fuese un complemento al artículo, hablé con el entonces académico Samuel Gili y le di un nombre, el de Valentín Andrés Álvarez, que, además de excelente economista, con su obra de teatro del absurdo Tararí, su novela Sentimental Dancing y sus muchas otras obras que mostraban su buen hacer literario –sir ir más lejos, su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas– serviría a la perfección para ayudar en las tareas de limpiar, fijar y dar esplendor a la lengua española. Tenía además mucho ingenio. La tabla input-output, que se había traducido en Hispanoamérica como "tabla de insumo-producto, para Valentín Andrés Álvarez era la "tabla de metisaca", lo que es ciertamente evidente.
Un literato español en el exilio, Max Aub, escribió una especie de relato de otra historia de España, en la que se consolidaba la II República. En ella hacía alusión a la Academia y decía que en ella se encontraba Valentín Andrés Álvarez, compañero de generación literaria. Aquello no fructificó, pero en la Real Academia Española había granado la idea de la necesidad de un economista. Al fin, fue académico un gran catedrático de Economía Política, discípulo de Flores de Lemus. Me refiero a Jesús Prados Arrarte. Su extenso discurso de ingreso, en 1982, espléndido y de empleo continuo, fue sobre Flórez Estrada, el gran economista español del siglo XIX.
Tras Prados Arrarte llegó a la Academia otro excelente economista, que por cierto también había efectuado juveniles incursiones literarias: Luis Ángel Rojo. Su discurso de ingreso lo hizo sobre un aspecto económico muy importante, el de la economía madrileña vista por Galdós. Rojo aportó puntos de vista originales, porque la literatura es otra fuente de conocimientos económicos. Basta citar a Balzac, a Dickens o esa delicia que es Babbit, de Sinclair Lewis; o, en España, L’auca del senyor Esteve, de Rusiñol.
Ahora ha ingresado otro economista excelente, el referido Terceiro, con un discurso que merecería ser comentado con amplitud. De ahí mi asombro cuando, para elogiarlo, en El País del pasado día 19 se viniese a decir, por Tereixa Constenla, que era la primera vez que en un discurso de ingreso en la RAE se hablaba de economía y por voz de un economista. Prados Arrarte y Rojo hicieron precisamente eso, para admiración de todos.