Alemania se ha propuesto dar al traste con los planes europeos de avanzar hacia la unión bancaria en la que España, secundada por una mayoría de países, confía el fin de los males del euro. Pese a que Berlín se había comprometido en la última cumbre de jefes de Estado y de Gobierno a trabajar en un supervisor bancario único, ahora su ministro echa el freno y pone en peligro uno de los remedios con los que Europa aspiraba a ganar credibilidad y dejar la crisis atrás.
Los "peros" que arguye el ministro Wolfgang Schäuble contra el vigilante de los bancos son de lo más variado y han obligado al Ecofin a volverse a citar la semana que viene para tratar de evitar que los líderes lleguen a Bruselas con las manos vacías y las promesas incumplidas.
A Berlín no le gusta que se confíe la vigilancia de todos los bancos al Banco Central Europeo, algo que, sin embargo, ya acordaron los líderes en los últimos meses. "Hace falta levantar una muralla china entre la supervisión bancaria y la política monetaria", ha argumentado Schäuble ante sus colegas en Bruselas. La preocupación del alemán, compartida por el ministro De Guindos, según explicó él mismo a la prensa, sorprende sin embargo a algunas fuentes europeas que recuerdan cómo la canciller alemana accedió a dejar en manos de los ministros de finanzas la puesta en pie de un supervisor antes de que termine el año.
Otro foco de discrepancias es cómo tratar a los países que, como Suecia, Polonia o Dinamarca, no pertenecen al euro y encuentran difícil someterse a una vigilancia desde Fráncfort. Habrá que solucionar el sistema de toma de decisiones para que los países de fuera del euro tengan la misma representación, ya que, según la letra de los tratados, sólo tienen voz y voto los países que comparten moneda. También ha generado discordias el alcance que tendría dicho supervisor, si vigilaría a todos los bancos, o sólo, como quiere Alemania, a los más grandes.
Ante la discordia en el seno de los Veintisiete y convencido de que "la credibilidad del euro está en juego", De Guindos quiso conciliar posturas y aseguró que "un acuerdo será posible". Recordó, para vencer la resistencia alemana, que el BCE, lógicamente, tendría que apoyarse en los bancos centrales, "que son los que tienen la tradición y la experiencia", en palabras del propio ministro de Economía.
La falta de acuerdo ha obligado a los ministros a volverse a citar la semana que viene, justo a tiempo para evitar que los líderes acudan a su cita del jueves y viernes sin un consenso importante y vuelvan a escenificar la lejanía de posturas, especialmente acusada en el caso del eje francoalemán.