En política, los números no son siempre lo que parecen. Por eso, la amplia mayoría de 473 votos a favor (de un total de 584) que el Gobierno de Merkel consiguió este viernes en el Bundestag para evitar la quiebra griega no significa que la canciller cuente con el respaldo de una oposición que aceptó salvar a Atenas, pero criticó ferozmente su estrategia. Merkel tampoco cuenta con el voto incondicional de sus propios aliados: de los 100 votos negativos, 22 fueron de "disidentes" de su Gobierno. Y la última encuesta publicada por la cadena de televisión ZDF revela que la mitad de los alemanes habría preferido dejar a Grecia caer.
La batalla interna en la que se ha enzarzado la canciller para explicar en casa las decisiones que ella o su hombre de las Finanzas, Wolfgang Schäuble, toman en Bruselas la han acorralado hacia una tesitura complicada. Necesita mantener un doble discurso entre la voluntad solidaria de apoyar a sus socios en dificultades –evitando con ello un tsunami en la zona euro- y el que mantiene de cara a su parroquia, a la que en mayo de 2010 prometió que no habría "un solo euro más" para Grecia y a la que ahora tiene que explicarle un tercer programa de ayuda con el que seguir administrándole oxígeno al enfermo crónico, cuya deuda galopa peligrosamente hacia el 190% de su PIB.
El último episodio del culebrón griego es buena prueba de ello. Tras varias sesiones de agonía y una maratón de reuniones en Bruselas que erosionaron la imagen del Gobierno, Merkel sometió el acuerdo sobre Grecia al veredicto de su Parlamento y no logró la llamada "mayoría de la canciller". Ello significa que la luz verde fue posible gracias a unos enemigos políticos que la acusan de "deshonesta" y que, aunque le pedían más tiempo para calibrar las últimas medidas adoptadas, que según el propio Gobierno costarán a Alemania 730 millones de euros el año que viene, votaron sí alegando mera "responsabilidad".
Y es que son muchos los analistas que calibraron el último acuerdo del Eurogrupo, cocinado bajo la estricta vigilancia de Merkel, como un mero "parche", una suerte de prórroga para seguir concediendo tiempo a Grecia, pero de ningún modo una solución para evitar lo que economistas y políticos tildan de "inevitable": una nueva quita.
Una "verdad" a voces
"¿Esto nunca acabará? Todavía más millones para Grecia", titulaba esta semana el periódico Bild, leído por 12 millones de personas diariamente. El escandaloso titular, tan al gusto de la línea sensacionalista del diario, se hace eco una teoría que economistas y políticos también dan por segura. Es decir, que antes o después, la saga griega acabará en una nueva quita y que entonces, los acreedores públicos, como ya hicieron los privados, tendrán que renunciar a recuperar parte de sus préstamos. Y en ese caso, Alemania tendrá mucho que perder, después de tres años concediendo dinero para salvar a su socio del abismo.