Tras su victoria electoral, parece que el presidente de EEUU, Barack Obama, se ha quitado la careta en materia fiscal. La primera medida económica que anunció tras su reelección como presidente fue una subida de impuestos a las rentas más altas. Su intención es tratar de recaudar hasta 1,6 billones de dólares extra durante la próxima década para reducir la brecha fiscal, el doble de lo que anunció inicialmente en el verano de 2011.
Esta propuesta se enmarca en el proceso de negociación que mantiene demócratas y republicanos para recortar el déficit y enfrentarse al llamado precipicio fiscal. En el último debate sobre la elevación del techo de deuda pública, para evitar la suspensión de pagos, Obama alcanzó un acuerdo con los republicanos de la Cámara de Representantes para aplicar una serie de medidas automáticas que embridaran el gasto desbocado del Gobierno federal. En principio, el próximo 1 de enero de 2013, una serie de leyes entrarán en vigor, con una combinación de subidas de impuestos y restricción del gasto a fin de reducir el déficit público.
La intención inicial de Obama consistía en elevar la fiscalidad a las rentas más altas para recaudar unos 800.000 millones de dólares durante la próxima década, pero, tras su victoria, ha aumentado su objetivo a 1,6 billones, el doble, lo cual dificultará la posibilidad de cerrar un acuerdo con los republicanos en el Congreso para sortear el citado precipicio fiscal.
Mientras, el gasto sigue creciendo. Según la ejecución presupuestaria del pasado octubre, primer mes del nuevo ejercicio fiscal 2013, el déficit de EEUU superó los 120.000 millones de dólares, muy superior a los 98.500 millones de octubre de 2011.
Sólo ese mes, el Gobierno de Obama gastó 304.000 millones de dólares, el tercer mayor gasto mensual de la historia en un mes de octubre, muy próximo a los 320.000 millones registrados en octubre de 2008, tras la quiebra de Lehman Brothers.