El recién reelegido presidente de EEUU, Barack Obama, ocupó por primera vez la Casa Blanca en 2008, en medio de la mayor crisis financiera de la primera potencia mundial desde el histórico crack del 29, bajo la firme promesa de impulsar la recuperación. Cuatro años después, los estadounidenses han vuelto a depositar su confianza en la gestión del líder demócrata. Sin embargo, la herencia que se ha dejado a sí mismo Obama dista mucho de los compromisos electorales lanzados al inicio de su primer mandato.
Su política económica se ha sustentado, básicamente, sobre dos pilares: planes de estímulo fiscal (más gasto público) y una histórica intervención monetaria en los mercados a través de la Reserva Federal (FED) para tratar de relanzar el crédito y abaratar los costes de financiación, sobre todo, al sector público (deuda estatal). Los resultados obtenidos hasta el momento se resumen en los siguientes gráficos.
Una recuperación que no llega
Las políticas de estímulo fiscal y las nuevas regulaciones no han logrado que el PIB estadounidense regrese a los niveles previos de la crisis, pero sí han situado la libertad económica de EEUU en mínimos históricos. De hecho, los datos muestran que la primera economía del planeta registra hoy la recuperación más lenta desde la Gran Depresión de los años 30.
El tímido aumento del PIB registrado durante la etapa de Obama sigue muy alejado del crecimiento potencial de la primera economía del mundo, al pasar del -7,5% al -6% desde 2009. En la recesión de los años 80, la brecha del PIB pasó del -8,15 al -0,6% en apenas tres años.
En estos momentos, EEUU crdece a un ritmo del 2% anual, pero todavía no se ha recuperado el desplome acontecido entre 2008 y 2009. Y ello, sin tener en cuenta que el crecimiento real es inferior si se descuenta el impacto del gasto público en el PIB.
Un paro alejado de las promesas
Esta lenta recuperación explica, por tanto, que EEUU siga contando con una tasa de paro próxima al 8%, un nivel muy elevado para lo que es habitual en este país.
Al actual ritmo de creación de puestos de trabajo (171.000 en octubre), no alcanzaría el pleno empleo hasta 2017. El paro actual del 7,9% está muy alejado de las previsiones de Obama, cuyo gabinete prometió una reducción drástica de este indicador como consecuencia de sus planes de gasto público.
En las anteriores recesiones, el empleo se recuperó en una media de cuatro años desde el inicio de la crisis, pero hoy en día EEUU aún cuenta con 4,2 millones de trabajadores menos que a finales de 2007. El mercado laboral estadounidense también está experimentando la recuperación más lenta desde los años 30.
El mayor gasto público en 40 años
Y todo esto se ha producido a pesar de que el Gobierno federal ha aumentado el gasto público para combatir la crisis. Obama ha situado en niveles récord de los últimos 40 años el gasto federal per cápita.
Un déficit histórico
Como consecuencia, la brecha entre ingresos y gastos ha superado el billón de dólares en términos reales (descontando inflación) durante cuatro años consecutivos. En las crisis previas nunca había superado el medio billón de dólares.
EEUU sigue registrando un déficit muy elevado. Ha pasado del 10,1% del PIB en 2009 al 8,7% en 2011 y a una tasa próxima al 7%, según las últimas estimaciones oficiales. Estos datos contrastan, nuevamente, con las promesas presidenciales de Obama durante su primera campaña electoral (dijo que en 2012 sería casi la mitad del nivel finalmente alcanzado).
La deuda pública
Obama criticó el sustancial aumento de deuda pública durante la presidencia de George W. Bush (4 billones de dólares extra), pero su gestión ha superado a su antecesor.
La deuda total de EEUU (en manos del público y la intergubernamental) ha crecido más de un 50% durante su primer mandato, desde los 10,6 billones a los más de 16 billones actuales (más del 100% del PIB).
El 'precipicio fiscal'
Con este panorama, parece claro que Obama no lo tendrá sencillo en su segundo mandato. Pero es que, además, se tendrá que enfrentar, antes incluso de su segunda investidura, al "precipicio fiscal" (fiscal cliff). En el último debate sobre la elevación del techo de deuda, para evitar la quiebra del país, el presidente llegó a un acuerdo con los republicanos de la Cámara de Representantes para establecer una serie de medidas automáticas que embridaran el gasto público del país.
De esta manera, el próximo día 1 de enero de 2013, una serie de leyes entrarán en vigor, con una combinación de subidas de impuestos y restricción del gasto público, que persiguen reducir el déficit en cinco puntos en el próximo ejercicio. La Oficina de Presupuesto del Congreso cree que si entran en vigor todas las medidas, el país tendrá una recesión durante la cual el índice de desempleo subirá a alrededor del 9% en la segunda mitad de 2013.
La lógica dice que Obama intentaré evitar este escenario, pero no lo tendrá sencillo. Por una parte, cualquier aumento del gasto será complicado de aprobar en una Cámara bajo el control de los republicanos. Pero es que además tiene a la realidad en contra: por mucho que tenga detrás a Ben Bernanke imprimiendo dinero desde la Reserva Federal, lo cierto es que la capacidad de EEUU para seguir gastando y endeudándose está cerca del límite. Si se mantiene en esta tendencia, la inflación y la pérdida de valor del dólar están a la vuelta de la esquina.
La primera advertencia ha llegado desde la agencia de calificación Fitch que este mismo miércoles, horas después de cerrarse los colegios electorales urgió al recién reelegido presidente a forjar un acuerdo en el Congreso que evite el denominado "precipicio fiscal", puesto que de lo contrario degradará la máxima nota de "AAA" que le otorga a la deuda soberana del país. "Como ya refleja la perspectiva negativa aplicada a su calificación, el fracaso en evitar el precipicio fiscal y elevar el límite de endeudamiento a tiempo, así como en asegurar un acuerdo para una reducción creíble del déficit, llevarían probablemente a una degradación en 2013", advirtió Fitch en un comunicado.