Es cierto que los miembros del Gobierno se han cuidado muy mucho de utilizar la desacreditada expresión "brotes verdes", que popularizó el Ejecutivo de Zapatero. No por ello, sin embargo, han dejado de servirse de algunos de los datos económicos menos negativos, como el saldo por cuenta corriente, el descenso en la deuda de las familias o la estabilización del empleo privado, para transmitir una imagen global de recuperación que puede resultar igualmente engañosa. Al "Estamos saliendo ya de la crisis" de la ministra de Empleo, Fátima Bañez, le ha seguido el "El futuro de España es brillante" de Luis de Guindos, o el menos comprometido pero igualmente optimista "El próximo año será mejor" del presidente Rajoy.
Lo cierto, sin embargo, es que pocas cosas avalan tan prometedoras perspectivas, si tenemos en cuenta las escasas y ligeras reformas llevadas a cabo por el Gobierno, por no hablar de su demencial subida de impuestos. Prueba de ello es el jarro de agua fría que la Comisión Europea acaba de arrojar sobre Moncloa con un informe en el que augura un fortísimo desvío fiscal y una caída del PIB tres veces mayor de lo que espera Rajoy. Concretamente, la CE estima que caerá un 1,4% este año y un 1,4% en 2013 (frente a la contracción del 0,5% que contemplan los PGE), para crecer luego un 0,8% en 2014; asimismo, el paro escalará hasta el 26,6% en 2013, frente al 24,3% previsto en los PGE, y apenas bajará hasta el 26,1% en 2014 (seis millones de personas).
Aun más preocupante, si cabe, es la evolución de las cuentas públicas. Bruselas tumba por completo las estimaciones del Ejecutivo de Rajoy en esta materia al señalar que España incumplirá los objetivos de reducción de déficit pactados con la UE los próximos tres años. La brecha fiscal se situará en el 8% del PIB este año (del 7% si se descuentan las ayudas a la banca), lejos del objetivo del 6,3%; en el 6% en 2013, frente al 4,5% previsto, en el 6,4% en 2014 en lugar del 2,8% comprometido.
Frente a estas previsiones –tanto las del Gobierno como las de la Comisión Europea– podemos afirmar que el futuro siempre está abierto. Y ciertamente lo está. No hay nada que de manera inexorable impida alcanzar, incluso mejorar, las metas del Gobierno. Como tampoco hay nada que nos salve de forma automática de tener un futuro aun más negro que el que nos augura la CE. Dependerá de lo que hagamos. Pero qué duda cabe de que si el Gobierno, lejos de transformar y reducir drásticamente el elefantiásico y burbujístico sector público que padecemos, se sigue empeñando en preservar la mayor parte del mismo con esterilizantes subidas de impuestos; o si en lugar de practicar la austeridad se limita a predicarla hipócritamente, tal y como hace con su pausado e insuficiente reformismo, estaremos abocados a un futuro más similar al que nos dibuja la Comisión que al que nos augura el Gobierno.