Las cifras de paro están alcanzando niveles récord en España, tal y como muestra la Encuesta de Población Activa correspondiente al tercer trimestre del año; pero esto todavía no ha terminado y el desempleo, por desgracia, seguirá aumentando. La razón fundamental es que nuestro modelo de crecimiento económico de los últimos veinte años ha estado completamente equivocado. Por un lado se ha basado en un crecimiento artificial de la construcción, impulsado por los elementos que explican la burbuja inmobiliaria y por las fuertes inversiones en infraestructuras, no siempre necesarias –ejemplo, el aeropuerto de Ciudad Real–, cofinanciadas con fondos europeos. Por otro lado tenemos que, en lugar de centrarse en la empresa privada, el crecimiento ha sido, sobre todo, fruto de la expansión del improductivo sector público regional y local.
De esta forma, ahora que ha estallado la burbuja inmobiliaria y que los dineros europeos procedentes de los fondos estructurales y del fondo de cohesión se han reducido drásticamente –desde 2007–, nos encontramos con una crisis que no nos esperábamos, y como el sector público nos pesa demasiado y, en términos políticos, no se ha dado a la empresa privada la importancia que debe tener, las rigideces que persistían en diversos mercados, entre ellos el laboral, han provocado que todo el peso del ajuste a las actuales circunstancias adversas recaiga sobre la producción y, cómo no, sobre el empleo.
La derivada lógica de todo esto es que en este país hay que pensarse muchas cosas, porque la construcción no va a volver a ser la misma, pero, sobre todo, hay que poner a dieta al sector público, para que adelgace de forma drástica, porque su peso excesivo es el que explica ese déficit público que ha dejado sin financiación a la empresa privada y ese gasto público desmedido que, al querer mantenerse a toda costa, ha obligado a subir los impuestos y a hundir todavía más la economía.
Por desgracia, los políticos de este país, sobre todo los dirigentes autonómicos, siguen sin enterarse de que esta crisis es al modelo económico y de Estado español lo que la caída del Muro de Berlín representó para el comunismo, y como se niegan a aceptarlo, en vez de poner el foco de sus medidas en la promoción y el desarrollo de un sector empresarial privado que genere empleo y riqueza para todos, insisten en mantener un modelo de sector público que es a todas luces inviable. Mientras sigan pensando de esta forma no saldremos de la crisis; pero como tampoco podemos seguir financiando un sector público elefantiásico, al final la realidad va a imponer esa cura de adelgazamiento que los políticos se niegan a aplicar.
Hasta entonces, el paro seguirá creciendo porque no surgirán, no podrán surgir, esos proyectos empresariales generadores de empleo. Y después se incrementará todavía más, porque, guste o no guste, habrá que poner orden en la parte pública y prescindir de no menos de medio millón de personas, sobre todo en las empresas públicas. Será una terapia de choque, pero si no lo hacemos no podremos salir adelante ni empezar a generar puestos de trabajo.