El pasado mes de junio la canciller alemana, Angela Merkel, dio el visto bueno a que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) pudiera recapitalizar directamente la banca española, tal y como pedía nuestro Gobierno, para que esas ayudas no computaran a efectos de déficit y deuda pública y agravaran, con ello, la posición fiscal de nuestro país. Ahora, después del Consejo Europeo celebrado en Bruselas, esta posibilidad queda aplazada hasta 2014, lo que obliga al Ejecutivo a tener que aportar recursos públicos si quiere seguir adelante con el rescate.
¿Por qué este cambio de opinión de Merkel? Sin duda, en el mismo incide la proximidad de las elecciones alemanas, con un contribuyente germano que se niega a seguir pagando las facturas de la aventura europea, sobre todo si se trata de salvar a quienes se ven en dificultades como consecuencia de su propia indisciplina. Por desgracia, lo que Merkel ha olvidado decir a los votantes alemanes es que con el rescate de la banca española se salva también la alemana. Nuestro sistema crediticio, en especial la inmensa mayoría de las cajas de ahorros, se encuentra en una situación muy difícil como consecuencia de la burbuja inmobiliaria, cuyo estallido habría lleveado a la quiebra a la mayor parte de las entidades si los Gobiernos de Zapatero y Rajoy no se hubieran empeñado en rescatarlas. Eso es verdad y es problema nuestro. Lo que es problema alemán es que las cajas de ahorros de aquel país financiaron créditos hipotecarios y promociones que concedieron nuestras entidades crediticias, y ni unas ni otras se preocuparon por la concentración de riesgos en que estaban incurriendo. Por tanto, cuando Merkel dio el plácet para recapitalizar la banca española, en el fondo lo que estaba haciendo era garantizarse que las cajas alemanas fueran a recuperar su dinero. Pero todo esto era en junio. Desde entonces, las entidades crediticias alemanas expuestas a los problemas del sistema bancario español han ido haciendo provisiones, de forma que, en estos momentos, se encuentran en condiciones de asumir con un coste razonable las consecuencias de un posible impago por parte de nuestras cajas.
En este contexto, Rajoy ha querido echar un pulso a Merkel en lo relacionado con nuestra política de ajustes, que el presidente quiere que sea suave y al ritmo que él marque y la canciller pretende que sea rápida y drástica. Además, como los mercados se ponen nerviosos ante la posibilidad de insolvencia de nuestro país, impulsan al alza la prima de riesgo, lo que nos crea más problemas. Para solventar esta cuestión sin cambiar sus planes, Rajoy quiere que el BCE compre deuda española en los mercados, a lo que Merkel se niega porque significa monetizar el déficit español y dar lugar a la aparición de condiciones inflacionistas, con lo que presiona para que se profundice en el ajuste presupuestario. Nuestro Gobierno no solo se niega a ello, sino que, en primer lugar, dijo que las autonomías no se cuestionaban, cuando la salida de la crisis pasa por meterles mano a fondo, y después, cuando presentó los presupuestos para 2013, incluyó una subida de las pensiones, cuando éstas se deberían haber vuelto a congelar, dada la penuria en la que se encuentran las arcas públicas.
Ante esta realidad, ¿qué es lo que ha hecho Merkel? Como después de esto posiblemente vuelva a subir la prima de riesgo, España tendrá que verse obligada a pedir un segundo rescate, el que permitiría que el BCE comprase deuda pública en los mercados, dando marcha atrás en la recapitalización directa a la banca. ¿Por qué? Porque para obtener esa ayuda hay que negociar nuevas condiciones y firmar un nuevo memorándum de entendimiento, en el que se supone que Merkel nos va a imponer la disciplina que nos falta y que necesitamos, y de paso queda bien ante los electores alemanes.
Ahora la cuestión es qué camino va a tomar el Gobierno después del Consejo de Bruselas, porque Merkel no está por pasarle la más mínima.