El FMI –EEUU corre con el 17% de su presupuesto– cree que el año que viene el crecimiento será aún más escaso y que, por ello, la reducción del déficit en Europa no será ni siquiera la prevista. España y Grecia están, dice, a la cola del mundo. La reducción de su PIB será incluso más grave que la que experimentará Sudán. Ni austeridad ni reducción de gasto público sirven. Ni Francia ni España cumplirán en 2013 los objetivos de déficit a que se comprometieron: 3 y 4,5%, respectivamente; se quedarán en el 3,5 y el 5,7%. Fuera del euro, el Reino Unido crecerá más que el resto si finalmente modera sus medidas de ahorro, aunque su déficit no bajará del 6,7%.
Hay en Occidente dos modelos. Uno, hostil a Adam Smith y a la Declaración de Independencia americana, paradójicamente lo siguen los anglosajones; el otro es el de los alemanes, conscientes de las graves consecuencias históricas de las políticas económicas erráticas. Dice el Fondo que es un asco.
El presidente Obama y el presidente (de la Fed) Bernanke han generado deuda y apostado por la impresión de dinero. Lo mismo han hecho en el Reino Unido. El resultado, ya diga misa el Fondo, cosa improbable, está a la vista: durante cuatro años EEUU ha apilado déficits equivalentes al PIB de España y ahora registra su peor tasa de ocupación laboral desde 1981, con una población activa de menos del 65%. El Reino Unido, cuyas cifras de crecimiento son similares a las españolas, tampoco está para tirar cohetes. Acaso intente volver a pasar por la experiencia traumática de los 70, con intervención del FMI, para desembocar en la elección de alguien que se parezca en algo a Thatcher. O acaso esté simplemente a la deriva.
Hace poco el ministro alemán Schaüble argumentaba en el Wall Street Journal que se habían puesto los mimbres para la salida de la crisis, y que las medidas de ajuste presupuestario y otras estructurales adoptadas en algunos Estados del euro acabarían, pronto, por dar resultados apropiados. Es sustancialmente cierto, incluso inapelable. Por eso precisamente lo impugna con fuerza el FMI en su informe.
Es Obama, adalid de la política contraria de gasto y desmesura, quien lo está pasando mal, ahora que se juega la reelección. Europa es su chivo expiatorio. Las apocalípticas cifras del FMI interpretan la canción elegida por Obama.
El argumento contra el déficit y la deuda es más moral que económico, por eso se recuerda a Adam Smith, que si habló de la riqueza de las naciones, también lo hizo de los sentimientos morales y políticos; y por eso se alude a la Declaración de Independencia, que procuró engendrar un pueblo adulto que no sometiera a las generaciones futuras con las facturas de sus padres. Los anglosajones han olvidado lo que inventaron. Ojalá recapaciten.