La información económica está de moda. El PIB, la balanza de pagos, el déficit público o la prima de riesgo ocupan importantes espacios en las portadas de los medios. Conceptos e indicadores que hasta hace unos años eran privativos de un puñado de expertos ahora son manejados con normalidad por el ciudadano de a pie. Sin embargo, toda esa maraña de cifras hace que a veces olvidemos lo fundamental. Al final, para que haya crecimiento económico (en un país, una región o una empresa) lo que es necesario es trabajar, producir bienes y servicios que los demás quieran comprar y permitir que funcione el mercado.
Cada mes, el Ministerio de Empleo publica las cifras del paro en España. En medio de todos los gráficos sobre tendencias del empleo, sectores con más crecimiento o contratación temporal, aparecen algunos de los datos que mejor explican el drama que vive en estos momentos la economía española. El martes se publicó el informe correspondiente al mes de septiembre y es absolutamente descorazonador para cualquier que quiera empezar el nuevo curso con un poco de optimismo.
Empecemos por el principio. En España, según el INE hay 47,2 millones de habitantes. De estos, unos 8,7 millones son menores de 16 años, por lo que no cuentan para el empleo. Además, hay 15,4 millones de inactivos: es decir, personas mayores de 16 años que no trabajan ni buscan empleo. En este grupo, 8,7 millones pertenecen a pensionistas y 6,7 millones a otras personas que no están en el mercado de trabajo (estudiantes, amas de casa, etc...).
Con este panorama, quedan 23,1 millones de activos, algo menos de la mitad de la población. Pero claro, hay 5,7 millones de parados, por lo que el número de ocupados es de sólo 17,4 millones. Y no todos cotizan (excepciones como becarios y otras personas que figuran como ocupados en la estadística pero no tienen el alta en la Seguridad Social). De esta manera, según las cifras oficiales del Ministerio de Empleo, apenas 16,8 millones de afiliados soporta buena parte del armazón del Estado social que España dice ser. Teniendo en cuenta que somos 47 millones de habitantes, podríamos decir que cada trabajador sostiene casi tres personas (a él mismo y a dos más que no trabajan).
Las conclusiones que pueden sacarse de todas estas cifras son claras y preocupantes. Como decíamos antes, no hablamos de complicadas ratios económicas o índices especializados. Estos cuadros son la base sobre la que se sustenta todo el edificio de la economía española y cada vez es más estrecho. Es cierto que en todos los países hay un porcentaje elevado de la población que no trabaja (niños, estudiantes, ancianos,...) y es bueno que sea así. El problema en España es que ese porcentaje es bastante superior al de los países de su entorno, entre otras cosas porque buena parte de la población en edad de trabajar (de 16 a 64 años) no lo hace, por el alto índice de desempleo.
De esta manera, como puede verse en el siguiente gráfico, el número de afiliados ha estado cayendo de forma constante desde 2007. El problema es que son estos trabajadores con sus cotizaciones los que pagan las pensiones. De esta manera, hace apenas cinco años había 2,5 afiliados por pensionista y ahora apenas superan el 2. No es extraño que la Seguridad Social haya entrado en déficit por primera vez en su historia y que el Gobierno haya tenido que tirar de su fondo de reserva (la famosa hucha de las pensiones).
En lo que tiene que ver con la sostenibilidad de su sistema de pensiones, España vivió un momento de cierto alivio a finales de los 80 y comienzos de los 90. Un hecho desgraciado como la Guerra Civil tuvo como resultado que en esos años se jubilasen menos trabajadores de lo normal. Por el contrario, los integrantes del baby-boom de finales de los cincuenta y los sesenta están a punto de llegar a los 65 años, con las implicaciones que eso tendrá en el sistema público de pensiones. En 1970, la ratio entre trabajadores y pensionistas era de 5,6, mientras que en 2050 la previsión es que caiga hasta el 1,5. Además, un hecho positivo, como es que la esperanza de vida entre los españoles esté entre las mayores del mundo, supone, sin embargo, un nuevo elemento de tensión para el sistema.
Por otro lado, de los 16,8 millones de afiliados (o los 17,4 millones de trabajadores), hay 3,1 millones de trabajadores del sector público, es decir, que tienen un empleo que se financia a través de los impuestos (también de los que pagan ellos mismos). En total, quedan alrededor de 14 millones de empleados del sector privado, el que verdaderamente genera riqueza y produce bienes y servicios para el mercado, para esos 47 millones de personas de los que hablábamos antes.
Si la foto es preocupante en términos absolutos, tampoco es tranquilizadora cuando se compara con el resto de los socios europeos. España es uno de los países en los que el porcentaje de población mayor de entre 16 y 64 años que trabaja es menor. Entre los grandes países de la UE, sólo Italia presenta peores cifras, con la diferencia de que en ese país esto es debido a que hay un gran porcentaje de la población inactiva (gente que no quiere entrar en el mercado de trabajo), mientras que en España la razón principal es el paro. Así, el 69,1% de los franceses de entre 16 y 64 años trabaja; el 76,3% de los alemanes; el 73,6 de los británicos y el 77% de los holandeses. Por el contrario, sólo el 61,6% de los españoles y el 61,2 de los italianos lo hacen.