No se trata de una marca olímpica o paralímpica. Sí de otra que nos debe tener preocupados. Me refiero al paro.
Todas las semanas, The Economist publica un "indicador económico y financiero" de los cuarenta y dos países que más pesan en la economía mundial. De Europa, por ejemplo, no vienen Portugal ni Irlanda; en el caso de Iberoamérica, no aparecen Ecuador o Nicaragua. Del mundo islámico mediterráneo faltan Siria o Marruecos. Del Continente Negro sólo viene Sudáfrica.
A Sudáfrica, precisamente, voy a referirme. Indicador tras indicador, era siempre el país con la mayor tasa de desocupación. Pues bien, ese siempre ha pasado a la historia en el The Economist de esta semana. En él vemos que la tasa de paro sudafricana en el segundo trimestre del año ha sido del 24,9%, mientras España ha arrojado un 25'1% en julio. (Como no hay ajuste estacional, quizá haya una esperanza de que las cosas no sean comparativamente tan graves para España).
Se veía venir, ya lo hemos logrado: España está batiendo todas las marcas de desempleo imaginables. La solución sólo puede venir de cambios estructurales profundísimos: hay que poner fin a la ruptura del mercado nacional por parte de las autonomías, afrontar con valentía la cuestión energética (tenemos poca y es muy cara), quitar rigidez al mercado laboral y atajar el notable déficit en el sector público.
De ahí la irritación que provocan las protestas contra los cambios radicales en nuestra economía, absolutamente precisos para que dejemos de liderar el pelotón de los torpes.