En vista de que los ajustes presupuestarios del Gobierno del PP se han traducido hasta la fecha en un cosmético recorte del gasto público y un brutal y empobrecedor incremento de la presión fiscal –contraproducente incluso desde el punto de vista recaudatorio–, no hay que extrañarse del fracaso de Rajoy en su pretensión –sincera o impostada– de recortar drásticamente el déficit público y ver reducida la prima de riesgo de nuestra deuda soberana.
Es cierto que esta última se había ido reduciéndose a trancas y barrancas desde finales de julio, momento en el que llegó a superar los 600 puntos básicos respecto al bono alemán. Sin embargo, el hecho de que los inversores vieran desde entonces con algo menos de desconfianza la solvencia del Reino de España (pero la prima se mantuvo casi siempre por encima de los 400 puntos) no se debió en modo alguno a nada que pueda atribuirse a un meritorio cambio de rumbo de nuestros manirrotos gobernantes nacionales y autonómicos. Se debió únicamente a que el presidente del Banco Central Europeo dijo que haría "todo" lo que estuviera en su mano para evitar la quiebra de cualquier país miembro de la UE, y que habría "compra ilimitada" de deuda de los países que solicitasen ser rescatados.
Ante lo que entonces parecía una inminente solicitud de rescate por parte del Gobierno de España y una actitud favorable del BCE a monetizar deuda –eso sí, con exigentes condiciones respecto del déficit público–, es lógico que los mercados vieran con algo menos de temor la ¡concesión de nuevos créditos a nuestro sobredimensionado sector público. Ahora bien, si pasado un tiempo los mercados contemplan cómo el Gobierno de Rajoy no se decide a solicitar el rescate, ni a acometer una reestructuración radical de nuestro elefantiásico sector público para evitarlo y poder sostenerse con lo que ingrese, no hay que extrañarse de que la prima de riesgo vuelva a subir.
La reciente y comprensible negativa de países como Alemania, Holanda o Finlandia a que la factura de la recapitalización bancaria española sea asumida por los contribuyentes de toda la Unión Europea sin duda es decisiva para explicar la fuerte subida que ha experimentado este miércoles nuestra prima de riesgo; pero no deja de ser un capitulo más de un problema de fondo, la insolvencia de nuestro Estado, problema que nuestro Gobierno no termina de afrontar.
El miope e irresponsable cortoplacismo del Gobierno percibió la reducción de nuestra prima de riesgo como una posibilidad de evitar el rescate y con ello evitarse el coste electoral que pudieran conllevar sus condiciones.
Tiempo habrá para analizar los Presupuestos Generales del Estado para 2013, que se presentan hoy jueves. Pero ya adelantamos que el problema del excesivo número de funcionarios, subvenciones, empresas y fundaciones públicas no se va a solventar con medidas como la congelación del sueldo de los funcionarios.