El presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas, acaba de pasar por Madrid para pronunciar una conferencia en la que ha insistido en la necesidad del pacto fiscal para Cataluña con argumentos tergiversados que no hay quien se trague.
Dice Mas que no tiene sentido que quienes generan los recursos fiscales –en referencia a Cataluña– no tengan dinero para financiar su déficit. He aquí la primera tergiversación. La región, es cierto, genera recursos fiscales, pero ni mucho menos, como pretende el señor Mas, son suficientes para financiar su gasto. De hecho, desde que entró en vigor el sistema actual de financiación autonómica, la Generalitat tiene que acudir todos los años al fondo de suficiencia para que financie entre el 10% y el 12% de los presupuestos catalanes, porque la recaudación tributaria en la región y, por tanto, los ingresos reales que obtiene la Generalitat por esta vía se encuentran muy por debajo de lo estimado en dicho modelo de financiación autonómica.
¿Por qué? Porque desde que los políticos catalanes iniciaron su viraje hacia posiciones nacionalistas cada vez más extremas y, sobre todo, desde que empezaron a imponer la inmersión lingüística, las empresas comenzaron a marcharse de la región, unas en busca de costes de producción más baratos en Europa del Este y otras, las más, para seguir operando en el mercado español pero desde otra comunidad, como Valencia, Aragón o Madrid. Sin empresas no hay empleos ni impuestos, y entonces se recauda menos. Por eso la recaudación fiscal en Cataluña y, en consecuencia, los ingresos de la Generalitat están por debajo de lo previsto, y al Ejecutivo catalán no le queda otro remedio que cubrir su presupuesto acudiendo al fondo de suficiencia del sistema de financiación autonómica, el cual, por cierto, se nutre esencialmente de las aportaciones de la Comunidad de Madrid. Cataluña, por tanto, no genera, ni mucho menos, los recursos que dice Mas.
En un contexto como ese, un Gobierno racional se plantearía recortar sus gastos para cuadrar cuentas y reordenar los mismos de acuerdo con un orden racional de prioridades, para satisfacer las necesidades de los ciudadanos y las empresas. En ese escenario, por tanto, no cabría el seguir financiando las embajadas catalanas en el exterior, o las siete televisiones públicas que hay en la región, porque no hay dinero para ello y, a la vez, para gestionar los servicios públicos y las inversiones que demanda y necesita Cataluña. Sin embargo, lo que hizo el Ejecutivo catalán en tiempos del Tripartito fue empezar a llorar diciendo que el Estado invierte mucho en infraestructuras en Madrid y poco en Cataluña e introduciendo en el nuevo estatuto catalán la obligación de que el Gobierno central invierta allí en infraestructuras un porcentaje determinado de su inversión total en el país. Es decir, yo sigo gastando en lo que quiero, y que las autopistas y aeropuertos me los construya el resto de España, cuando la mayor parte de las nuevas infraestructuras de Madrid han sido financiadas por el Gobierno regional, aunque haya sido a costa de dejar a la región endeuda hasta las cejas. El Ejecutivo de Mas siguió por el mismo camino que el Tripartito porque no quiere renunciar a nada, y como lo del nuevo estatuto catalán se ha convertido en papel mojado, pues ahora se ha sacado de la manga lo del pacto fiscal y demás zarandajas.
El problema, por tanto, señor Mas, no es lo que usted dice de que la región que más genera no tiene recursos para financiar su déficit, porque ni los catalanes generan lo que usted dice ni el desequilibrio de las cuentas públicas se debe a la financiación de la sanidad, la dependencia y los servicios sociales, sino a las costosas políticas nacionalistas que usted ahora pretende le financie el resto de España.