Hay ansiedad por conocer si el Gobierno de España pedirá o no el rescate que ha de abrir la solicitada mano de Draghi. Nada le gusta más a la prensa, sea española, sea finlandesa, que romper el espinazo de un suspense. Queremos saber lo que va a pasar cuando aún no sabemos lo que está pasando. El interés de la política, en cambio, consiste en sacar partido a la intriga. La oposición ya ha lanzado su vaticinio, que la apuesta sale gratis. Pronostica que el acontecimiento será después de las vascas y las gallegas. No se aventura mucho, pues tras esas autonómicas mira que hay meses por delante. Pero los socialistas quieren decir que no será antes, y que no lo será por los sucios cálculos electorales que mueven, si lo sabrán ellos, el ábaco de los partidos.
La ventaja de hacer juicios de intenciones estriba en la práctica imposibilidad de demostrar que son falsos. A menos que Rajoy pase por ventanilla en las tres semanas próximas, un Rubalcaba triunfal cantará el bingo. Pero cabe una hipótesis distinta a la del vulgar electoralismo. Italia, que es socio en la desventura, aunque menos agobiado, tampoco muestra gran entusiasmo por el rescate. Monti celebró el plan diseñado por Draghi. Sí, le parece estupendo, pero hará cuanto sea posible por no apuntarse. El suyo es un Gobierno técnico o tecnocrático. Relevó a unos partidos renuentes a pagar el coste político de gestionar la crisis y no ha de vérselas con las urnas. Aun así quiere evitar lo que parece inevitable. Monti se mantendrá alejado de la ventanilla mientras los mercados se lo permitan.
El rescate tiene su cruz y su envés, además de su cara bonita. Parece una mansión imponente y confortable. Todo invita a entrar en ella. Pero una vez que se traspasa el umbral, se baja al sótano y empieza la negociación en serio. Los demás Estados vienen con sus condiciones bajo el brazo y con fuerza para imponerlas. Plantarse y salir tiene costes inasumibles. Como precedente, disponemos del folletín del rescate financiero. Se dijo, muy a la ligera, que Monti y Rajoy habían salido victoriosos al conseguir que se aceptara la recapitalización directa. Sí, pero el detalle era cuándo. Se anunció que las condiciones sólo afectarían a los bancos. Sí, pero en paralelo vinieron nuevos recortes y la subida del IVA. El día que el Eurogrupo aprobó el rescate, batió su marca la prima de riesgo. Volvemos a estar entre el rescate y la pared. En medio se libra una guerra psicológica.