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Emilio J. González

Hidrocarburos: la competencia pendiente

La respuesta es que la liberalización del sector de los hidrocarburos está mal hecha y, como consecuencia, la competencia brilla por su ausencia.

¿Por qué cuando sube el petróleo el incremento se repercute rápidamente sobre los precios de la gasolina, y sin embargo cuando aquél baja éstos no lo hacen a la vez y en la misma proporción? La respuesta es que la liberalización del sector de los hidrocarburos está mal hecha y, como consecuencia, la competencia brilla por su ausencia.

Desde que, en 1997, el Gobierno del PP aprobó la liberalización en el sector de los hidrocarburos, liberalización que también atañe a los precios, no hemos dejado de enfrentarnos al mismo problema: antes de la liberalización, los precios sin impuestos del combustible se encontraban por debajo de la media UE; sin embargo, después de la liberalización se situaron rápidamente muy por encima del promedio comunitario sin causa alguna que lo justificase.

El problema fue que la liberalización se produjo en un mercado caracterizado por el predominio de un operador, Repsol, al que no se impuso obligación alguna de desinversión porque se lo quería proteger de las grandes multinacionales del sector, así como por unos contratos de abanderamiento a largo plazo entre las petroleras y las gasolineras que impidieron la aparición de una competencia efectiva. El Ejecutivo parcheó la situación mediante un acuerdo con las petroleras para contener y reducir sus precios con el fin, por un lado, de que la inflación española se situara dentro de los límites establecidos en el Tratado de Maastricht y así poder acceder a la Unión Monetaria y, por otro, para no tener problemas de descontento popular antes de las generales de 2000. Las petroleras accedieron, pero después las investigaciones del Servicio de Defensa de la Competencia demostraron que habían acordado fijar precios, por lo que fueron sancionadas por el Tribunal de Defensa de la Competencia.

Llamo la atención sobre este asunto porque revela tanto la actitud de las empresas como las deficiencias estructurales del sector de la distribución de hidrocarburos. Desde entonces ningún Gobierno, ni del PP ni del PSOE, ha querido meterle mano, pese a que era evidente que el comportamiento del precio de las gasolinas no tenía nada que ver con la evolución de la cotización del petróleo.

El ministro de Industria, José Manuel Soria, ha declarado que se va a reunir esta misma semana con las petroleras para tratar de nuevo el asunto, es decir, para presionarlas con el fin de que contengan sus márgenes y reduzcan sus precios. Posiblemente lo conseguirá, pero solo de forma temporal, porque mientras no haya una verdadera competencia dentro del sector las empresas actuarán como lo vienen haciendo desde hace una década en cuanto el Gobierno de turno baja la guardia o alivia la presión.

Si se quiere que las cosas funcionen convenientemente, el Ejecutivo no puede estar presionando y vigilando permanentemente a las petroleras. Ya que Soria habla de una reforma sustancial del sector energético, entre sus planes debe figurar el impulso a la verdadera competencia, tan necesaria en este ámbito.

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