La realidad vista desde el poder se antoja distinta un año después. Sólo el castillo de Sotomayor, en su Pontevedra natal, parecía mantenerse impertérrito en el tiempo un inicio del curso político más. Todo lo demás, empezando por un Mariano Rajoy hace 365 días presidente virtual y hoy responsable del devenir de los españoles, ha sufrido cambios más o menos severos. En las formas, porque el líder del PP fue recibido no solo por aplausos de los suyos sino también por muy sonoras protestas -de los afectados por las preferentes, cientos de ellos, que se enfrentaron a la Policía- y aún más importante, en el fondo, porque su discurso económico -el eje de su política, según esgrime con insistencia- ha dado un giro de 180 grados bajo el dictamen de Bruselas.
Al presidente del Gobierno se le acumulan los frentes; ahora también tiene que pensar en elecciones, en concreto las vascas y gallegas, que coinciden -incluso presionó para ello- el veintiuno de octubre. La precampaña quedó formalmente inaugurada, pero Rajoy se cuidó de hacer promesas estridentes. Hace un año solemnizó que no subiría los gravámenes y que, para ayudar a los emprendedores, acometería una rebaja del Impuesto de Sociedades en cinco puntos. Hoy, con ese ideario hecho añicos, promete que hará lo posible por revertir la situación en cuanto pueda y en pensar, siempre, en el bien de los españoles.
Rajoy también utilizó la hemeroteca para recordar sus papeles de hace un año. Pero lo hizo para rememorar que ya advirtió que la tarea iba a ser "muy difícil" y que lo que necesitaba España era un proyecto de recuperación nacional. "Y en estos ocho meses hemos sentado los pilares de la economía para crecer y crear empleo", proclamó el jefe del Ejecutivo, que no rehuyó el debate del día en los hogares: la subida del IVA.
"Me hago cargo y soy muy consciente", dijo. Pero insistió en que no son medidas permanentes en el tiempo, sino que serán restituidas en cuanto se pueda: "Excepcionales" que "cuando las circunstancias nos lo permitan, que espero que no sea muy tarde, volverán a como estaban", afirmó un Rajoy especialmente interesado en hacer pedagogía. En explicar por qué, a su juicio, no había más camino que machacar con los tributos.
"Hoy entra en vigor una medida dolorosa. Éste es un sacrificio que llega en un momento muy complicado, pero si hemos adoptado esta medida es porque es imprescindible. La única que podamos tomar. Que nadie tenga la más mínima duda", expuso el presidente. Tiró de ironía: "¿Si hubiera existido otra alternativa, alguien cree que yo hubiera tomado esta decisión?".
El presidente pasó entonces al dramatismo; a la realidad de un Estado que ha tocado hueso y que no tiene liquidez, con una fuerte caída de los ingresos. De no haber aprobado la subida impositiva, afirmó, ni los servicios básicos hubiera quedado garantizados: "No va a caer en saco roto. Estos ingresos sirven para prestar servicios, para pagar nuestra Sanidad y Educación. Para pagar las pensiones. Sirven para mantener la solidaridad como país", sentenció.
Todo por salir del túnel de la crisis cuanto antes; para "cumplir con nuestros compromisos" y que España empiece a ser vista desde fuera como un país fiable donde se puede invertir. Las reformas, destacó, seguirán en el tiempo, si bien no hizo anuncios. El presidente reiteró las líneas básicas de su discurso de antes del verano en todas sus caras. Por ejemplo, en la referida al pulso que mantiene en el seno de la Unión Europea para que avanzar en una unión bancaria y fiscal. El Gobierno insiste, con la prima de riesgo de nuevo en niveles inasumibles, en que el Banco Central Europeo tiene que inyectar sin demora liquidez porque así es imposible financiarse.
Claro mensaje a Cataluña
Aunque no habló del posible rescate del país -algunas fuentes aseguran que España lleva semanas negociando- sí que se refirió, sin mencionarlo, al que se han acogido varias comunidades autónomas, entre ellas Cataluña. Su mensaje fue muy claro, y no había duda de que estaba dirigido a la Generalidad, toda vez el resto de regiones que han pedido ayuda son del PP: "Hay que cuidar mucho lo que se dice" porque, arguyó, "hay que ir juntos" para salir de la crisis. "He sido el más exigente con las autonomías, pero también el que más las está apoyando", recordó.
Como ejemplo de cómo tienen que actuar situó a Galicia, que está capeando mejor la crisis que el resto y que, según aseguró Alberto Núñez Feijóo, no necesitará de la solidaridad estatal. Una baza que cobra más importancia ahora en precampaña, y que Rajoy no dudó en explotar: "Galicia es capaz de hacer frente a sus deudas. Desgraciadamente es algo que no pueden decir todos", apuntó. También puede pagar los medicamentos. El presidente puso a Feijóo como referente porque "vio la crisis, sentó las bases para superar y ahora lidera la salida", según sus propias palabras.
Una senda que, reivindicó, también le espera al resto de España. Rajoy recuperó su particular podemos para insistir en que, como gran nación, España se sobrepondrá de la recesión: "No hay crisis que se nos haya resistido. Saldremos a flote y a buen puerto". En 2013 "las cosas estarán mucho mejor" si "se siguen haciendo los deberes". Y yendo un paso más allá, tras el chute que dan unos días de descanso -se le vio más relajado, sin corbata ni chaqueta-, Rajoy aseguró que se ve rodeado de la mayoría de españoles: "Me dicen que estoy perdiendo apoyos, claro, pero soy consciente de que la gente sabe lo que ha pasado, que sabe donde estamos, y de que hay un Gobierno que tiene coraje y determinación para superar los problemas de un país que él no creó. La situación es dura pero no se va a sostener en el tiempo. España tiene más recorrido que la crisis". Esto es, el presidente se ve acompañado por "españoles sensatos, coherentes y que van a dar la batalla de la crisis".