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Guillermo Dupuy

Adictos al endeudamiento

El diagnóstico, que señalaba que nuestro problema tenía "raices propias" y que había que atajarlo "desde dentro y con determinación", era cierto con Zapatero como lo sigue siendo ahora. La adicción al endeudamiento puede más que el cambio de siglas

Hay que ver el revuelo y las críticas que han provocado las sensatas declaraciones de Jens Weidmann, al semanario Der Spiegel, en las que el presidente del Bundesbank advertía contra el "peligro" de que la "financiación a través de los bancos centrales" crease "adicción como una droga". Está claro que, aunque no citara país alguno, Weidmann estaba pensando en Gobiernos que, como el nuestro, pretenden seguir huyendo de su realidad financiera vía endeudamiento, con cada vez menos garantías de devolver alguna vez la pila de millones que día sí y día también vienen pidiendo a crédito.

El diario El Mundo, tal vez herido en el orgullo patrio, ha acusado a Weidmann nada menos que de "poner en peligro el proyecto europeo y la estabilidad del euro". Su editorialista ha acusado a Merkel de "fomentar la desconfianza" por dar su visto bueno a las "advertencias" del presidente del Bundesbank. Como si las dudas en torno al euro no las sembraran la afición ciertamente adictiva al endeudamiento de algunos gobernantes, sino quien lo denuncia; como si la responsabilidad del Banco Central Europeo no debiese ser la de proteger al euro de las pulsiones inflacionistas de los Gobiernos manirrotos, sino excitarlas.

Llama la atención este varapalo de El Mundo a Weidmann, por cuanto hace escasamente un año –el 7 de agosto de 2011–, con ocasión de la enésima adquisición por parte del BCE de deuda española e italiana, ese mismo diario advertía editorialmente a Zapatero contra su pretensión de que el BCE sacara a nuestro país del apuro. "Nuestro problema –decía acertadamente entonces El Mundo– tiene raíces propias y hay que atajarlo desde dentro y con determinación. Contra el miedo y la incertidumbre, hay que responder con nuevas reformas y más liderazgo".

Ese diagnóstico era correcto entonces y lo es ahora, y muestra hasta qué punto la adicción al endeudamiento persiste aunque cambien los Gobiernos. Ni el Bundesbank, ni el BCE ni Merkel tienen la culpa de que Rajoy no haya atajado el problema "desde dentro y con determinación". A no ser –claro está– que tengamos en cuenta las ocasiones en que Merkel ha cedido a las presiones para que el BCE administre a España nuevas dosis de crédito barato, vía monetización de deuda, que –ellas sí– ponen en peligro la credibilidad y estabilidad del euro.

De hecho, si algún reproche cabe hacerle a la canciller alemana es, precisamente, que no tenga más en cuenta las advertencias de Weidmann sobre el endeudamiento público, pues, a pesar de que haya logrado reducirlo en el último ejercicio, sigue siendo muy alto. Claro que en Alemania se han acometido unas reformas que Rajoy, aquí, "ni se plantea"; por lo que, a diferencia de la de España –que ve crecer su deuda pública a un ritmo nunca visto en su historia, y tras el de Portugal el más alto de la Zona Euro–, la deuda de Alemania no suscita la justificada desconfianza que suscita la nuestra.

En definitiva: haríamos bien en tomar buena nota de las advertencias de Weidmann en vez de dedicarnos a matar al mensajero por el mero hecho de que no nos gustan sus acertadas metáforas.

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