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Guillermo Dupuy

No es medicina amarga, sino veneno

Lo que pretendo es denunciar la utilización de la "ética del sacrificio" por parte del actual gobierno del PP para respaldar medidas que, no por amargas, resultan medicinales, tal y como es el caso de la generalizada y brutal subida de impuestos.

Ya me he referido en alguna otra ocasión a lo que Julián Marías denominó el "prejuicio de la medicina amarga": sostenía el célebre filósofo vallisoletano que, como algunos medicamentos son de sabor desagradable y a pesar de ello beneficiosos, se ha deslizado el prejuicio de que la medicina buena es amarga, o que la amarga es buena. "Son muchos –incidía Marías– los que creen que la virtud principal de las inyecciones reside en lo molesto del pinchazo".

No quiero negar con esta cita los generalizados y enormes sacrificios que exige el salir de la crisis o la desagradable pero imprescindible catarsis que reclaman estos años de burbuja financiera y estatal que indujo el intervencionismo monetario. Menos aun apelar a la "ética indolora" que tan acusadamente representó el anterior presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Lo que pretendo es denunciar la utilización de la "ética del sacrificio" por parte del actual gobierno del PP para respaldar medidas que, no por amargas, resultan medicinales, tal y como es el caso de su generalizada y brutal subida de impuestos.

Lejos de ser un ejemplo de "medicina amarga", estos asfixiantes incrementos de la presión fiscal son auténtico veneno para nuestras posibilidades de recuperación económica y, en realidad, tratan de eludir al máximo los auténticos y beneficiosos sacrificios que sí exigiría la medicinal reducción del gasto público.

Otro tanto se podría hablar de los copagos –en realidad repagos–, dirigidos no a terminar con sino a apuntalar y preservar la ineficiencia del Estado como proveedor de bienes y servicios.

Sin embargo, como Rajoy mete en el mismo saco los tijeretazos fiscales que hace sufrir al contribuyente con el nimio recorte de gasto, con el que en realidad está preservando la mayor parte de nuestro sobredimensionado sector público; y como, al mismo tiempo, nos vende ambas cosas como muestra de sacrifico, esfuerzo y austeridad, no falta quien respalde y hasta califique de "churchilliano" su programa de gobierno.

La realidad, sin embargo, es que la hipocresía no deja de ser vicio porque rinda homenaje a la virtud, ni la economía es ciencia por ser lúgubre, ni la medicina es curativa por el mero hecho de ser amarga.

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