En los últimos días se escucha y se lee que el problema de nuestro país son los políticos. Y en gran medida es cierto, no ya por su incapacidad para reconducir nuestra situación económica sino por su número e idiosincrasia.
En España tenemos una administración excesiva repleta de cargos públicos que conforman un aparato del estado enorme y poco operativo. Nuestros políticos escenifican diferencias e identidades variopintas que pocas veces se acercan a los sentimientos reales de los ciudadanos pero que les permiten seguir manteniendo su estatus mientras la gente pierde calidad de vida y sufre miedo e incertidumbre.
¿En que situación se encuentra nuestro país? En la de una nación sometida por el Sheriff de Nottingham que exprime al pueblo hasta dejarlo exhausto. Esta política ya la puso en marcha Zapatero y la está continuando Rajoy. En el escenario económico actual con una escasa demanda, mantener los impuestos es equivalente a subirlos y subirlos es una atrocidad. ¿Cómo puede una empresa ser rentable si sus ventas caen, los impuestos indirectos suben y su presión fiscal se mantiene? Lo único que le queda para ser rentable es tocar los salarios a la baja.
Más pobres
Y en estas estamos, nuestros socios nos imponen una devaluación interna cuya supuesta finalidad es hacernos más competitivos pero cuyo incuestionable resultado será hacernos más pobres. España no puede abandonar el euro, si España cae, el euro también.
Nuestros socios lo saben y s imponen medidas draconianas para evitarlo. La cuestión es si en un mercado como el español funcionará una política como la aplicada en las repúblicas bálticas hace unos años. Por ahora da la impresión de que no, no todos los pacientes reaccionan por igual a un mismo tratamiento, ni parten en las mismas condiciones ante la enfermedad.
Los políticos continúan centrados en mirarse el ombligo, supuestamente en contener el gasto público, pero lo que realmente están haciendo es obligar a pagar lo que se debe a los ciudadanos. Se recortan gastos pero no administración, los recortes siempre los pagan los mismos y, además, no hay forma de aumentar los ingresos con la política del bosque de Sherwood.
Las empresas, abandonadas
Mientras se exprime a los ciudadanos, no se toma ninguna medida concreta que reactive la economía o favorezca a las empresas y por lo tanto incentive la creación de empleo. Cabe preguntarse quién y con qué pagará la subida del IVA y, sobre todo, quién y cómo generará empleo. ¿Cree el gobierno que será el que vaya a generar empleo?
Y para colmo de males, mientras nos va apretando poco a poco no hay una comunicación eficaz de las medidas y seguimos teniendo la sensación de que se ponen parches por la presión que nuestros indicadores reciben del exterior, pero sin un objetivo claro más allá de ir haciendo frente a los pagos corrientes.
Mal vamos si con un problema de desempleo record como el nuestro nos preocupan más las autonomías y los localismos que las empresas. La administración no puede seguir vampirizando a los únicos elementos capaces de crear empleo en este momento.
Es obligación de la clase política autolimitarse , apretar el cinturón a la propia administración y basar sus ingresos en el crecimiento en vez de en el expolio. El problema es que nuestra salvación está en manos, precisamente, de quienes nos han condenado.