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A cuenta del BCE

Todos consideran esencial la intervención inmediata del BCE. Pero no importa lo que piensan, ni lo que piensen los economistas, ni los diplomáticos, ni los periodistas, analistas o think-tanks. Importa, exclusivamente, lo que piense el BCE.

Todos consideran esencial la intervención inmediata del BCE. Pero no importa lo que piensan, ni lo que piensen los economistas, ni los diplomáticos, ni los periodistas, analistas o think-tanks. Importa, exclusivamente, lo que piense el BCE.

Recientemente se conocieron dos noticias. Inglaterra decrece a un ritmo interanual del 0,8%, bastante peor que el 0,3 español. Moody’s puso en perspectiva negativa la triple A de Alemania. Consecuencia de ello ¿qué piensa el BCE y quienes lo dominan? Esto:

Fracasaron las políticas anglosajonas de quantitative easing (emisión de moneda) que reducen, sí, los tipos de los bonos, pero afectan negativamente al crecimiento. De nada sirvió que el Banco de Inglaterra se gastase 325.000 millones de libras en comprar deuda británica y que acordase destinar 50.000 millones más enseguida.

Seguirá bajísimo, 1,24%, el tipo al que se intercambian los bonos alemanes, con independencia de Moody’, cuya decisión no presionará a Merkel. Al contrario, los alemanes creen haber alcanzado el límite de lo que pueden hacer por Europa. Solo dolorosas pero necesarias reformas en los países más débiles resolverán la crisis, sin que sea solución escupir dinero al problema. Hay que resistir, pues, la tentación de usar al BCE como séptimo de caballería para los mercados de bonos de países angustiados. Es decir: Alemania no debe soportar más cargas ajenas.

En efecto, Alemania es el mayor contribuyente de los fondos europeos a los que ha comprometido 211.000 millones. Al ser el mayor accionista de la marca Europa es, a su vez, quien más puede perder de los otros 220.000 millones en bonos de países débiles, incluyendo títulos españoles, que se encuentran en la cartera del BCE desde que en mayo de 2010 empezara a comprarlos.

Los recién nacidos alemanes saben que las reglas del BCE le impiden prestar a los gobiernos, por lo que paralizó hace cuatro meses el programa de compra de bonos, prefiriendo que las entregas se constituyesen a través de fondos anti-crisis con condiciones jurídicas propias. Cuando se hacen adultos saben también que si el BCE actúa por presión externa se interpretará como síntoma de pánico al significar el abandono de todos los principios y reglas.

Esto, que serían sandeces dignas de un delito de lesa patria si las concibiera una mente española aquejada de graves fiebres, por ridículo que parezca es lo que piensan los que tienen el grifo del dinero. Y no lo hacen en secreto.

Tampoco lo es que la última vez que se compró a gran escala, el verano pasado, fue a cambio de cambiar la Constitución española y echar a Berlusconi. Cualquier alivio hoy será a cambio de una integración presupuestaria absoluta e inmediata. Parece que no tenemos otro remedio.

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