Esta casta política que padecemos es un horror, pero con ser la más responsable de lo que nos pasa, no es la única. ¿Estamos los españoles dispuestos a soportar los sacrificios que deberían proponernos para salir de ésta? Creo que no. Desde luego, se puede recortar mucho en las numerosas prebendas de los políticos y en el número de quienes las disfrutan. Pero hoy es obvio que eso no sería suficiente. La casta ha ido incrementando exponencialmente las ayudas, subsidios y servicios sociales que recibimos los ciudadanos para comprar nuestra voluntad y que les consintamos disfrutar de las canonjías y gabelas que se reservan para ellos. En la izquierda existe además la convicción de que cuantos más servicios preste el Estado, mejor porque eso nos hace más iguales. El que su calidad sea peor que regular no importa, porque lo relevante no es que recibamos buena o mala educación, por ejemplo, sino que sea igual para todos.
Somos al fin conscientes de que algo hay que hacer. Pero el electorado de derechas se niega a que le priven de los servicios que hasta ahora recibía mientras los políticos no reduzcan sus privilegios a la mínima expresión. Y si lo hicieran, ya veríamos cuántos votantes del PP aceptarían de buen grado un recorte en su pensión, por ejemplo. El de izquierdas está aún peor porque cree que buena parte del problema se resolvería si de una vez por todas les suben los impuestos a los ricos, que siempre habrá margen para hacerlo mientras haya un mínimo signo externo de riqueza.
Hay que suprimir miles de cargos públicos y eliminar la capacidad de contratar a dedo. Y asimismo hay que, si no subir los impuestos, perseguir el fraude fiscal. Pero, con ser todo eso necesario, no bastará para superar la crisis. Los españoles tenemos que estar dispuestos a recibir del Estado mucho menos de lo que recibíamos. Hay que eliminar muchos subsidios y subvenciones. Y eso vale para el mileurista que se beneficia de una ayuda para pagar el alquiler y para el empresario al que se la dan para que extraiga un carbón que no vale lo que cuesta obtenerlo. Los políticos que tenemos, a pesar de lo incompetentes y mediocres que son, lo harían si se lo reclamáramos. El problema está en que no sólo no lo reclamamos, sino que nos ponemos como panteras cuando nos tocan nuestro bolsillo. Y así no vamos a ninguna parte. Aunque barramos a esta casta de inútiles, nadie que sea elegido democráticamente hará tanto como hay que hacer si ve que, haciéndolo, despierta nuestra ira generalizada. La crisis es ya de tal volumen que sólo hay dos formas de salir de ella: volver a la peseta y devaluar o recortar y recortar hasta gastar sólo lo que nos podamos permitir. Que cada cual exija y reclame a los políticos lo que prefiera. Pero que lo haga porque ésos no van a hacer nada que no queramos. Y por una de las dos vías hay que salir o nos despeñamos.