Una cantinela habitual entre los políticos españoles es que España tiene unos impuestos sustancialmente más bajos que los de sus vecinos europeos. La presión fiscal en nuestro país es inferior a la de Francia, Alemania, Suecia o Dinamarca, lo que ha servido a los responsables públicos como excusa para subir los tributos de forma constante en los últimos cinco años.
Lo cierto es que las continuas subidas de impuestos aprobadas tanto por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero como por el de Mariano Rajoy han llevado a España a la banda alta en lo que se refiere a la presión fiscal. Tanto en IVA como en IRPF, los dos impuestos que más afectan al ciudadano medio, está por encima de la media europea. También el Impuesto de Sociedades es más elevado que el que soportan las empresas de la UE. Y ya ni siquiera los impuestos especiales (tabaco o gasolina se salvan). Al contribuyente español le quedan pocas alternativas más allá del clásico recurso al pataleo.
La presión y el esfuerzo fiscal
Lo que no dicen tan a menudo los políticos es que, en realidad, los impuestos en España son más altos que en el resto de Europa. Si la presión fiscal es más baja es porque se recauda menos, porque hay mucho paro, muchas empresas sin beneficios y muchos trabajadores que cobran menos que hace unos años. Es decir, los tipos son iguales o superiores que en muchos otros países, pero no hay contribuyentes.
Por ejemplo, imaginemos que en Suecia y en España tuviéramos un mismo impuesto sobre la renta con un solo tramo del 50% a partir de los 100.000 euros. En el país nórdico, este impuesto recaudaría más (tanto en valores absolutos como en términos relativos) porque hay muchísimos más contribuyentes que superen esos ingresos.
Hace tiempo que numerosos expertos apuntan a que la presión fiscal quizás no sea el mejor indicador posible para medir si los impuestos son altos o no, especialmente en épocas de auge o depresión, porque depende mucho de la actividad económica y de la creación de riqueza. El esfuerzo fiscal compara el nivel de presión fiscal en función de la renta per cápita, para saber cuánto les cuesta a los ciudadanos de cada país sostener el peso del Estado.
Pues bien, según muestra un estudio del Instituto Juan de Mariana (IJM) si medimos el esfuerzo fiscal en función de la recaudación del Estado, los españoles están en la media europea. Pero si lo comparamos con el gasto público, está en los primeros puestos, sólo superado por Grecia, Portugal o Italia. Curiosamente, son los países en dificultades (que tienen presiones fiscales totales bajas) los que encabezan la lista del esfuerzo fiscal. A sus ciudadanos les cuesta más pagar impuestos según su renta, pero como son más pobres ni siquiera las administraciones consiguen sacarles lo suficiente como para mantener una mínima estructura.
La recaudación
Las administraciones públicas españolas recaudaron 161.759 millones de euros en 2011. Esta cantidad se divide en casi 70.000 millones que provienen del IRPF, algo menos de 50.000 millones de IVA, unos 16.500 millones del Impuesto de sociedades, casi 19.000 de los impuestos especiales (alcohol, tabaco, gasolinas,...) y unos 6.500 del Impuesto de Transmisiones patrimoniales y el de Actos Jurídicos Documentados. A todo este dinero habría que sumar los 120.000 millones que recauda la Seguridad Social, fundamentalmente por las cotizaciones de empresas, trabajadores y parados.
Lo característico del sistema tributario español es que una buena parte de la recaudación del Estado llega de parte de las rentas del trabajo. Los asalariados hispanos sienten que pagan muchísimos impuestos, diga lo que diga el ratio de la presión fiscal. Y tienen razón. El que tenga una nómina en España está condenado a retratarse con Hacienda cada mes. Si a eso le sumamos las cotizaciones sociales, la foto que queda es la de una carga desproporcionada sobre el factor trabajo y pocos impuestos indirectos (al menos en relación con los países de nuestro entorno). En parte, esto es lo que quiere cambiar ahora el Gobierno.
IRPF: como explicábamos hace unos meses con los datos del estudio del IJM, tras la sustancial subida fiscal del Gobierno, el tipo marginal máximo del IRPF español es el tercero más elevado de Europa (sólo por detrás de Suecia y Bélgica). Y no sólo ocurre esto con el tipo marginal (el más elevado). En todos los tramos del impuesto, los españoles pagan más que franceses, alemanes, italiano o británicos. De nuevo, si la recaudación es más baja es porque, desgraciadamente, hay menos cotizantes (porque con seis millones de parados, hay menos contribuyentes).
Lo mismo sucede con la tributación sobre los rendimientos de capital. Hasta ahora había dos tramos: hasta 6.000 euros se pagaba el 19% y desde esa cantidad el 21%. Sin embargo, el Gobierno del PP ha establecido ahora tres tramos aplicando un incremento fiscal progresivo: hasta 6.000 euros se pagará el 21%; de 6.000 a 24.000 se pagará el 25% y a partir de esa cantidad, el 27%.
IVA: hasta este martes, una de las pocas cosas de las que podían presumir los contribuyentes españoles tenía que ver con el IVA. España disfrutaba de unos tipos algo más bajos que en el resto de Europa, tanto por el tipo general (18%) como porque en los reducidos incluía una lista más amplia de productos y porque tenía un hiperreducido que la mayoría de los países no tienen. De hecho, hay que recordar que hasta hace dos años el IVA general era del 16% y el reducido del 7% y que ya Zapatero subió estos niveles.
Ahora mismo, los nuevos niveles son del 21% para el general y del 10% para el reducido (sólo el del 4% queda intacto). En ambos casos, nos situamos por encima de la media europea. Cada país aplica un tipo diferente, en función de sus circunstancias. Por poner un ejemplo, en Alemania el tipo general del 19% y el reducido del 7%; en Francia del 19,6% y el 5,5%.
Impuesto de Sociedades: también las empresas españolas pagan más impuestos que sus competidoras en el extranjero. Además, el Impuesto de Sociedades tiene una característica realmente peculiar: tiene un tipo general muy elevado, bastante por encima de la media europea, y al mismo tiempo contiene numerosas bonificaciones y exenciones que permiten que unas pocas empresas paguen muy por debajo de ese nivel. De esta manera, se suman un impuesto alto con algunas injusticias.
El tipo general es del 30% (para las pymes con beneficios de hasta 300.000 euros baja al 25%). El problema es que luego el tipo efectivo es del 20,9% por esas bonificaciones de las que hablábamos. Tanto el 30% que marca la ley como el 20,9% que finalmente se paga en la realidad están bastante por encima del promedio europeo.
Cotizaciones sociales: el último gran capítulo de los ingresos públicos puede que sea el más dañino para el conjunto de la economía española. Los empresarios pagan cada mes un 23,6% del sueldo bruto de su empleado en cotizaciones sociales, a lo que hay que añadir el 4,7% que va a cargo del trabajador. De esta manera, casi un tercio de su salario se destina al pago a la Seguridad Social.
Según Eurostat, España es el sexto país de toda Europa según el peso que tienen en los salarios este tipo de contribuciones sociales. Por cierto, en esta lista, los dos últimos clasificados son Dinamarca y Suecia, dos países con unos elevados impuestos indirectos, pero que no se ceban en la fiscalidad sobre el trabajo.