Según el Gobierno, no había otra opción. El ajuste de 65.000 millones de euros, en partidas muy conflictivas y complicadas de digerir para la opinión pública, es la única manera de cumplir con el objetivo de déficit público, algo irrenunciable a ojos del presidente. Tanto que, incide su entorno, si España no cumpliera con la austeridad, Bruselas no habría abierto el grifo de las ayudas a la banca. Y esto, aseguran, es tanto como decir "que no podríamos sacar dinero de los cajeros".
Fueron una hora y catorce minutos de discurso churchiliano, repitieron los populares. De "sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor" en la que España como un todo tiene que dar respuesta ante una crisis que parece no tener límite. "La segunda recesión más grave, nunca antes tan seguidas y de tal magnitud", resumió el presidente, ante una oposición que apenas le dio problemas; mucho menos el líder socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba.
En la mismísima tribuna, Mariano Rajoy admitió que la anunciada no es la política económica de su ideario político. Más al contrario, es una auténtica enmienda a la totalidad, con fuertes subidas de impuestos que previsiblemente afectarán al consumo. "Pero las arcas están vacías", no hay liquidez, y la Unión Europea "lo exigía", en voz de un ministro. Es la clave de lo ocurrido: España está exenta de "libertad" política y "tiene que cumplir con estrictas obligaciones que en caso de incumplimiento acarrearía sanciones inmediatas", en voz del presidente.
Malestar en sectores del PP con las medidas
La bancada popular aplaudió con fuerza a su líder, se levantó a su término, pero por sus términos dramáticos, en tanto en cuanto la nación tiene que levantarse de una vez por todas, hacer un esfuerzo como nunca antes y caminar al mismo son. Estado, comunidades y ayuntamientos. Sin embargo, yendo a la letra de las medidas, no pocos sectores mostraron sus reservas, llegando a la manifiesta incomodidad. La subida impositiva provoca llagas internas, una vez afecta al consumo, y algunas voces apuntaron a otras áreas en las que recortar, por ejemplo en el ámbito de las subvenciones a partidos o sindicatos -aunque estás vuelven a sufrir también un tajo-.
El sabor era agridulce en las filas populares. "Veremos cuánto afecta a la campaña de Navidad lo que hoy hemos decidido", recalcó un veterano, en relación al ajuste a los funcionarios. En general, flotaba en el ambiente la idea de que el árbol de la administración sigue demasiado frondoso mientras que otros "se han quedado pelados".
En público, eso sí, no solo no había quejas, sino aplausos: "La situación es gravísima, extrema, mucho peor a lo que en ocasiones contamos y tenemos que cumplir. Hoy España ha demostrado que cumplimos con la UE aunque suponga enfrentarnos a nuestros votantes, a todos los españoles", destacó otro representante gubernamental.
En los pasillos, el presidente admitió que lo anunciado solo minutos antes podía no gustar a la gente. Dijo ser consciente. "No es grato" fueron sus palabras. Su rostro denotaba varios sentimientos; desde el cansancio, al deber cumplido, pasando por la preocupación porque la ciudadanía acabe estallando. Y eso que el debate le fue bien, según su percepción, por otra parte generalizada.
"No son medidas agradables, pero son imprescindibles. Necesitamos que nos presten dinero. Estamos encerrados en un círculo del que debemos salir. Estamos en un momento crucial que determinará nuestro futuro. Hacemos cosas que no nos gustan, yo el primero, pero no hay más remedio", argumentó Rajoy. Una de las cosas que más gustan a los suyos es que se explique en las Cortes, que dé la cara. El presidente dedicó largo tiempo en exponer su versión de los hechos, en confesar incluso su frustración por la "paradoja" vivida con los mercados, que no dieron ni tan siquiera una semana de tregua tras el decisivo Consejo Europeo.
Precisamente, el presidente partió de la cumbre de Europa para hacer una dura radiografía de situación: "De gran debilidad por el endeudamiento y la depresión económica", recalcó, en la que la única solución que ve es más unión a cambio de cesión de soberanía. "Veremos tensiones, difíciles votos por unanimidad, declaraciones fuera de lugar y sin razones", si bien enarboló que la UE apostó por la irreversibilidad del euro y lo que ahora es necesario es un calendario claro y no extenso de tiempo.
"Liberar a España del peso de la herencia"
Un "momento crítico", una situación excepcional, que el presidente situó no en su periodo de mandato, sino antes, cuando el PSOE estaba en el poder. "Por eso Rubalcaba ha estado tan callado, porque se le debía de caer la cara literalmente de vergüenza", en opinión de un parlamentario popular. Rajoy no se detuvo en la herencia, salvo para destacar que su "misión es liberar a España de su peso", pero sí recordó que el anterior Ejecutivo mintió en el objetivo de déficit público, que en sus primeras reuniones internacionales se lo echaron literalmente en cara, y que ésa es una losa muy difícil de superar.
"¿Servirá de algo tanta estrechez? Mi respuesta es sí, con toda rotundidad, no tengo ninguna duda. No estaría aquí si la tuviera. Al final del sacrificio nos espera la recompensa", expuso Rajoy. Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. "Hago lo único que se puede hacer para salir de esta prestación. No pregunto si me gusta", incidió.
Mientras, los suyos, sus más acérrimos, le defendían explicando que se ha hecho todo lo posible para ser equitativos y justos. Por ejemplo, la ministra de Empleo, Fátima Báñez, exponiendo que los cambios en la prestación por desempleo -los que más ampollas pueden levantar- "solo afectan a los nuevos parados que entre en el sistema y no a los que ya están", con el plus de que no afecta a las mínimas, intentando así que los más necesitados no carguen con un plus de solidaridad. A pocos metros, la vicepresidente, Soraya Sáenz de Santamaría, incidía en las diferencias con el tijeretazo de Zapatero, una vez él recortó el sueldo a los funcionarios y Rajoy retira una de las pagas con compensación pasados dos años.
Pero más allá de las explicaciones, de intentar suavizar el golpe, el propio presidente expuso a las claras que el ajuste llevado al Congreso es difícil, en el contexto más adverso. Aunque, con todo, añadió: "España tiene solución porque conserva fortalezas económicas, demográficas y morales que nos permitirán recuperar, paso a paso, todo lo perdido". Y es que, como Churchill, Rajoy -católico practicante- no dudó en sacar la moral de los españoles para reclamar un esfuerzo que, ya con las voces de quienes protestaban en la calle, definió imperativo: "El compromiso con la UE es inequívoco e irrenunciable".