"EEUU puede pagar toda la deuda porque siempre podemos imprimir dinero para hacerlo". Con esta frase del expresidente de la Reserva Federal de EEUU Alan Greenspan comienza Fraude, por qué la Gran Recesión. Este documental, de producción española, aspira a convertirse en un referente internacional gracias a su diáfano y acertado diagnóstico sobre la crisis financiera mundial.
Inspirado en las enseñanzas del profesor Jesús Huerta de Soto y en la teoría del ciclo de la Escuela Austríaca de Economía, dicho documento recorre uno a uno los principales factores que han terminado desembocando en la mayor crisis desde la Gran Depresión de los años 30, así como los enormes errores cometidos por los reguladores y autoridades públicas durante esta dura y larga travesía. Su conclusión es clara: a diferencia de lo que se dice habitualmente en medios de comunicación y esferas políticas de toda índole y condición, la denominada "Gran Recesión no ha sido culpa del libre mercado. Por contra, su causa debe buscarse en la profunda intervención del Estado y los bancos centrales en la economía, provocando, de manera fraudulenta, ciclos recurrentes de expansión artificial, burbuja y recesión económica que terminan pagando todos los ciudadanos". Ésta y no otra es la verdad de la crisis.
Por desgracia, este discurso políticamente incorrecto no es, precisamente, el que impera entre la opinión pública. Muy al contrario, el capitalismo, la supuesta desregulación y el siempre denostado libre mercado se han convertido, una vez más, en los chivos expiatorios de la actual situación, ocultando de este modo el rostro de los auténticos culpables. A saber, políticos, banqueros centrales y una errónea regulación financiera que propicia el crecimiento desaforado del crédito sin necesidad de estar respaldado por ahorro real.
Es la reserva fraccionaria, no la desregulación, la que expande el crédito para formar burbujas que, tarde o temprano, acaban estallando; es la banca central, gracias a sus bajos tipos de interés y a su papel de prestamista de última instancia, la que alimenta y dispara el desajuste entre la inversión y el ahorro, lanzando señales equívocas que conducen irremediablemente a cometer grandes errores empresariales al conjunto de los agentes; y son las autoridades políticas, no los especuladores, las que permiten –y siguen permitiendo– este esquizofrénico ciclo de auge y recesión que azota a las economías desde hace más de un siglo. En definitiva, es el intervencionismo –bancario, monetario y económico–, no el libre mercado el auténtico y único responsable de los males que aquejan hoy día a millones de personas.
Pese a ello, el ínclito Paul Krugman, el Nobel que recomendaba a Greenspan crear una gran burbuja inmobiliaria en 2001 para salir de la recesión que entonces amenazaba a EEUU –tras el estallido de las puntocom–, sigue gozando de prestigio y credibilidad a día de hoy entre numerosos analistas y políticos. Error, gran error. Todos aquellos que quieran comprender la realidad de la crisis de una forma sencilla y visual ya disponen, al menos, de dos grandes documentales: Fraude y Sobredosis.