Es indudable que el resultado de la Cumbre Europea ha supuesto un éxito para Mariano Rajoy, que ha visto aprobada la parte sustancial de su programa de propuestas para sostener unas finanzas públicas españolas en situación terminal. El acuerdo para recapitalizar directamente a la banca así como la autorización para la compra de deuda soberana en determinadas condiciones, sin duda aliviará las presiones que en las últimas semanas amenazaban con hacer inevitable el rescate del país, el principal temor del Gobierno por las graves implicaciones que un suceso de tal magnitud tendría en todos los órdenes.
Ahora bien, esta victoria política en el ámbito europeo no puede servir para seguir dilatando las reformas domésticas que la grave situación de España necesita. Al contrario, una vez garantizada cierta estabilidad a medio plazo respecto a la financiación exterior, el Gobierno tiene el deber de dar el impulso definitivo a los cambios que prometió en su programa electoral para aumentar la solvencia y la competitividad de nuestro país.
La reestructuración del sector público, con especial énfasis en el desastre autonómico, sigue siendo la asignatura pendiente de un ejecutivo que, hasta el momento, se ha resistido a adoptar las decisiones necesarias para adecuar nuestro sistema territorial a las capacidades reales de nuestra economía. El hecho de que el problema bancario vaya a estar sujeto directamente a las decisiones de las autoridades comunitarias y que a partir de ahora gocemos de una mayor facilidad para captar financiación exterior, no pueden servir en ningún caso para preservar un sistema que ha demostrado sobradamente su inviabilidad económica y su perversidad política.
Los acuerdos del Consejo Europeo alcanzados ayer son buenos para España a corto plazo y eso es algo que cabe reconocer al presidente del Gobierno. Dicho esto, hay que insistir en que este éxito político es, en puridad, sólo una ampliación del plazo necesario para llevar a cabo las reformas internas que exige el país. Ningún gobernante sensato pensaría que con este aval europeo a sus peticiones financieras nuestros problemas quedan resueltos, porque las dificultades siguen ahí, exactamente igual que antes de la Cumbre. Razón de más para empezar a ponerles remedio con la valentía y la seriedad que una situación como la nuestra exige imperiosamente.